Valioso largometraje documental que recupera la última crónica de Haroldo Conti, acerca de la Isla Paulino de Berisso, locación que visitara en diciembre del ’75. No hay mapa en donde conste su existencia, pero Haroldo se propone a descifrar su esencia. Hallará en su razón de ser una quejumbrosa historia de lugares y personas. El texto, titulado “Tristezas del vino de la costa (o la parva muerte de la isla paulino)”, fue publicado en abril del ‘76, un mes antes de su secuestro y desaparición de quien fuera considerado uno de los escritores más destacados de su generación.
El director Igor Galuk recupera material fílmico rodado en aquella época: un documental inconcluso de Roberto Cuervo, amigo personal de Haroldo, cineasta aspirante y autor del inacabo documental “Retrato Humano a Haroldo Conti” (tesis de grado para la Escuela de Cinematografía, filmado en 1975), así como también el cortometraje de pescadores “Hombres del Río”, restaurados por la Escuela de Cine de La Plata. Resulta imperiosa, a tales fines, la labor del colectivo “Movimiento Audiovisual Platense”, quienes, junto al realizador nativo de Berisso, confluyen en cinco años de trabajo con la intención de refrendar la principal motivación de Haroldo: plasmar el desolado ritmo de vida de un entorno geográfico que pareciera detenido en el tiempo. La muerte pisa los talones, todos podemos desaparecer de un momento a otro.
Con un anotador y un grabador, más a siniestra que a diestra, tal como se apunta, el escritor toma nota. Observa la piel curtida de aquel que desmaleza al sol. Manos agrietadas de seres olvidados son rasgos inconfundibles de aquellos que no conocen otra rutina. Los rostros se parecen unos a otros; en total no superan los ciento ochenta habitantes. Cuatro estaciones vertebran los tiempos del relato. La isla es un refugio del tiempo y las coordenadas cronológicas nos detienen en un hito insoslayable: la negra fecha del 15 de abril del ’40. A la memoria sumergida; un periodista acude a su rescate. La sensación es semejante a la de aquel que tantea un cuerpo en la oscuridad. Esta, como tantas otras, es una historia de despojo.
La pregunta que se les formula a los lugareños es la siguiente: ¿qué esperar de la vida? La cara de tristeza de un noble caballo imita a la de su dueño y lo dice todo. Resignación de sombras dolientes que se confunden en el presente, demandando mínimas condiciones de vida. No hay resquicio para más ambición aquí. La tierra les pertenece por entero: desde el techo de chapa que los cobija al lote de fantasmas que deambulan. Pero, por alguna extraña razón, la historia parece haberlos olvidado. Próxima a estrenarse en los Espacio INCAA de la ciudad de La Plata, “Silencio en la Ribera” sigue la fundamental huella de una figura preponderante de nuestro periodismo y literatura, trazando un marco histórico-geográfico-cultural de indispensable revisión y puesta en presente.