La última tentación de Endo
La cuestión de la fe cristiana embruja el cine de Martin Scorsese desde sus comienzos, pero nunca con tanto fervor como en Silencio (Silence, 2016). Porque ya es 2017, ha sido injustamente ignorada en los Oscars (salvo por una solitaria nominación a la fotografía de Rodrigo Prieto) y no ostenta la típica bravuconería del director, la película parece condenada a la categoría de “inferior” dentro de su filmografía. Nada más equivocado.
Basada en la novela homónima de Shusaku Endo - la cual está inspirada a su vez en hechos reales - la historia sigue a dos misioneros jesuitas que se infiltran en el Japón del siglo XVII tras la pista de su mentor, de quien se rumorea ha cometido apostasía (renunciado a la fe) y ahora colabora con el gobierno local en la persecución y erradicación del cristianismo. No es la mejor época para ser extranjero en Japón, mucho menos católico.
Andrew Garfield y Adam Driver interpretan a Rodrigues y Garupe, padres portugueses que viajan a Japón en parte para encontrar al desaparecido Ferreira (Liam Neeson), en parte para retomar su misión. El cristianismo ha pegado fuerte entre los más pobres, que están cansados de la explotación clasicista e interpretan las promesas de un más allá paradisíaco con un fetichismo que empieza a incomodar a los curas.
La película plantea una dicotomía relativamente moderna a través del personaje de Rodrigues, preguntándose hasta qué punto es más noble sufrir (y hacer sufrir) por idealismo fanático que rendirse en el nombre de lo que es práctico y conveniente. Habiendo aprendido la lección acerca del poder del martirio, el Inquisidor Inoue (Issey Ogata) opta por humillar en público a los cristianos retobados, forzándolos a escupir y pisotear iconos religiosos en símbolo de apostasía. Los campesinos y los curas son perseguidos, torturados, humillados - ¿por qué Dios guarda silencio? ¿Por qué no intercede en nombre de la gente que está dispuesta a morir por él?
Por una coincidencia asombrosa esta es la segunda película de 2016 en la que un personaje interpretado por Andrew Garfield pone a prueba su fe en tierra nipona - la otra es Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge, 2016), también excelente - y el actor demuestra un celo e intensidad dignos de un personaje acomplejado por su convicción religiosa. Ferreira espera a Rodrigues al final del recorrido cual Kurtz, trastornado por lo que ha descubierto en el corazón de las tinieblas.
Scorsese nos sumerge en la época, utilizando una banda sonora despojada de música e iluminación naturalista a lo Barry Lyndon (1975). Silencio es una película lenta y pensativa, reflejo de la constitución anticuada y epistolar de la historia. Es la segunda adaptación de la novela de Endo - la primera, japonesa, data de 1971 - y como adaptación es inmejorable. Con guión de Jay Cocks y el propio Scorsese, la historia ha sido llevada a la pantalla grande con todo el detallismo y entusiasmo de alguien que se sabe el libro de memoria (efectivamente, el director lleva décadas esperando filmar la película) y lo ha plasmado impecablemente con la poesía del cine: una épica sobre la devoción, la decepción y el consuelo de la espiritualidad interna.