Silencio es el proyecto más personal de Martin Scorsese que tuvo una producción de 25 años.
En 1988 el cineasta empezó a gestarlo y diversos obstáculos fueron demorando la filmación durante mucho tiempo. En esta demora también influyó el hecho que ningún estudio importante de Hollywood se interesó en financiar esta historia.
Finalmente el artista logró hacer realidad su película gracias al apoyo del histórico productor de Rocky, Irvin Winkler, quien previamente había gestado otros clásicos como Toro Salvaje y Buenos muchachos.
Silencio está basada en la novela homónima de Shuzaku Endo y describe la persecución y castigo que sufrieron los cristianos y misioneros jesuitas en el Japón feudal del siglo 17.
Un conflicto que también jugó un papel relevante en esa obra maestra de James Clavell que fue Shogun, que se ambientaba en el mismo período histórico.
A través de este relato Scorsese propone una reflexión sobre la naturaleza de las convicciones religiosas, al mismo tiempo que retrata la arrogancia y soberbia en la que pueden caer los pensamientos dogmáticos.
La película presenta un dilema moral complejo que nunca juzga las acciones de los personajes y dispara en el espectador preguntas interesantes. La temática es apasionante y aunque el conflicto se desarrolla en el Japón feudal tiene una actualidad notable en el siglo 21.
Desde los aspectos técnicos la película es hermosa y sobresale la fotografía de Rodrigo Prieto (Argo, El lobo del Wall Street), quien hizo un trabajo fantástico con el retrato los paisajes naturales de Taiwán, la ciudad donde se filmó esta producción.
Andrew Garfield, la figura más destacada del reparto, tranquilamente podría haber obtenido otra nominación al Oscar por esta labor, ya que está excelente y es el principal atractivo de este estreno.
El actor atraviesa un momento tremendo de su carrera y no deja de sorprender con estas interpretaciones que son un placer de ver en el cine.
Lamentablemente para mí, jamás pude conectarme emocionalmente con esta película y es una frustración porque me encanta el cine de Scorsese, pero la verdad es que no la pude disfrutar.
Aunque la temática que propone es interesante, la narración monótona que eligió el director para desarrollar el conflicto se volvió un obstáculo que no pude superar como espectador.
Si no te conectás sentimentalmente con la historia y las situaciones que atraviesan los personajes es muy difícil disfrutar de Silencio.
Los 161 minutos se vuelven interminables y la película se estanca numerosas veces en situaciones redundantes que no contribuyen al desarrollo del conflicto.
Entendí la reflexión sobre la espiritualidad de la condicional humana que plantea el director, con la que se podría escribir un concierto textual de Eric Clapton e irse por las ramas a niveles épicos, pero no la sentí.
Tal vez en 20 años la vuelvo a ver y me parece una obra maestra que me convierte en un monje jesuita. En este momento de la vida no pude disfrutar esta propuesta, más allá de sus méritos técnicos, donde sobresale la puesta en escena del período histórico.
Silencio es una película de Martin Scorsese, uno de los más grandes realizadores de las últimas décadas y cuando estrena un nuevo trabajo hay que estar presente en el cine. Al menos si amás este arte.
Por ese motivo reitero esta cuestión. La trama propone una temática muy interesante que abre numerosas discusiones, pero resulta un factor clave entablar un conexión emocional con los personajes para disfrutar la película.
Tal vez ustedes tengan mejor suerte.