La secta de uno
Silo (2014), dirigido por Leandro Bartoletti, es un documental sobre la figura de Mario Rodríguez más conocido como “Silo” quien fuera escritor y también predicador, pensador y sobre todo líder de un movimiento humanista en los Andes. El film toma la forma de un retrato y perfil bibliográfico pero sin llegar a impactar ni generar ninguna curiosidad por el personaje. Todo porque está hecho con un esquema muy simple y poco cautivador.
Mario Rodríguez nació 1938 en Mendoza, Argentina. De ascendencia española, padre andaluz y madre vasca, desde muy joven su vida transcurrió bajo la figura del viajero constante. Entre estudios sin terminar y distintos trabajos, se establece en Argentina luego de recorrer en interior de su país y bajo un impulso personal se muda a una casita en las montañas de los Andes. Ahí comienza a predicar lo que sería el mensaje de su fundado Movimiento Humanista. Poco a poco ganaría mayores adeptos, escribiría libros y sería llamado el líder de una secta y hasta lo acusarían de tomarse la impostura de un personaje mesiánico.
Sin duda el film presenta a un personaje divertido y enigmático, muy rico en cuanto a su biografía con todas las aristas explorables y explotables, pero su mismo diseño y estructura lo hacen cada vez más olvidable. Una película que toma la forma clásica de un perfil, comienza por la obviedad cronológica tan igual a millones de perfiles que ya existen, sin jugarse a algún cambio o detalle particular, o replanteamiento de algo ya conocido, y luego deja que todo descanse en la voz de los entrevistados de por si desconocidos. Lo que se genera con ello es distancia con el espectador, más si este desconoce del tema y ve todo sin llegar a compenetrarse con nada. El documental carece de cualquier arma para crear emoción con la forma narrativa, sea de suspenso, drama o alegría.
La forma que deja en evidencia un film hecho rápido y con pocas ganas de profundizar, está al querer ensalzar al personaje de Silo. La mayor parte del tiempo se lo quiere dejar como alguien muy carismático tan igual a un film publicitario que pretende “armar” la mejor imagen de un ser del que poco se sabe, con su final emotivo, abrazando gente y dando discursos alegres. La parte polémica que sería interesante y hasta entretenida, nunca se conforma. Silo por cómo se lo presenta, resulta muy superficial entre sus risas y frases para llenar contenido. Todo el clima que podría haberse construido se diluye porque se deja en manos del mundo mediático que lo haga, pero este mundo es todo el tiempo efímero y poco sustancial.
Finalmente el tema del material de archivo es lo que termina por cerrar un film hecho a medias, pues cada hecho histórico es pintado por imágenes genéricas como descargadas de internet y decoradas con marcos de televisor, fondos infantiles o de cuadros de Power Point y frases escritas en coloridas pestañas, con lo que se cierra la idea del poco interés para atrapar a un espectador que desconoce a Silo. Lástima pues los entrevistados dan lo mejor de sí, y se termina perdiendo la figura del escritor que no luce cautivante pero si enérgico en sus pensamientos. Mucho personaje y nada de película.