Sobre un gurú que bregó por la liberación interior
Parte de la Iglesia lo calificaba de falso mesías, líder de una secta dedicada a lavar cerebros. La otra parte lo veía como un loco lindo. Los hippies aplaudían su mensaje de paz pero rechazaban su práctica del ascetismo. Para la izquierda era un invento de la CIA destinado a confundir a las masas. En vez de Movimiento de Liberación Nacional y Social, él impulsaba un Movimiento de Liberación Interior. Para la derecha, era un enemigo del ser nacional, la familia y las buenas costumbres. López Rega y Pinochet mandaron ametrallarlo. Y el común de la gente ni sabía quién era. "El sabio de los Andes", lo llamaban sus discípulos. "El negro", sus amigos, aunque era medio coloradote.
Hijo de un enólogo que llegó a presidente de Bodegas Giol, el mendocino Mario Luis Rodríguez Cobos, alias Silo, se educó con los Hermanos Maristas, se destacó desde niño en los deportes y el estudio, llegó a conducir la Juventud Católica de la provincia, viajó un poco, leyó cosas buenas, de a poco fue organizando retiros espirituales por su cuenta, y de pronto, el 4 de mayo de 1969, cientos de personas viajaron hasta el pie del Aconcagua sólo para escucharlo. "Siga a Silo", decían los graffiti. "No me sigan", replicaba el propio Silo. Llevar la paz con uno mismo, tratar a los demás como uno quisiera que lo traten, aspirar a un mundo más espiritual, ésas eran sus bases, entre el cristianismo más sencillo, el budismo zen y el sentido práctico. Después se fue haciendo esotérico e internacional. ¡En la India acudieron las multitudes! Y al final de sus días volvió a la sencillez y la campechana franqueza. "Hemos fracasado", dijo respecto de sus sueños de armonía universal y las expectativas del Partido Humanista que había alentado. Pero levantando la cabeza prosiguió "Así fue como llegamos al momento actual. ¡No hemos llegado al futuro todavía!".
Este documental repasa su vida, con abundante archivo de andanzas, arengas, agresiones sufridas y entrevistas, desde Mónica en "Telenoche" hasta Guerrero Marthineitz y más recientes, desde Chile hasta Rusia, donde la Academia de Ciencias le otorgó un título Honoris Causa, y desde los comienzos hasta la despedida, ya enfermo pero con la risa estentórea y el carisma de siempre. La última media hora se estira demasiado en declaraciones de sus seguidores. De todos modos es interesante, y abre la curiosidad por leer sus libros, en especial "Humanizar la Tierra".