Yo he leído muchos policiales negros - esos protagonizados por detectives privados enfundados en sendas gabardinas, los cuales siempre arreglaban los líos provocados por las femmes fatales de turno y se la pasaban mascando un monólogo entre los dientes -, los cuales han formado parte importante de mi vida. Fundamentalmente Raymond Chandler - padre de Phillip Marlowe - y Dashiell Hammett, quien me deleitaba con las aventuras de su agente de la Continental. Es por ello que, cuando apareció Sin City en 2005, me terminó desagradando profundamente. Eran las mismas historias que Chandler y Hammett habían relatado décadas antes, sólo que sin el reconocimiento de su autoría, y con el agravante de que a Frank Miller lo consideraban un genio por ello. No había una maldita novedad en toda la rutina, sino que se trataba de un regurgitado salvaje. Ok, visualmente era impresionante pero - si estas mismas historias hubieran sido rodadas de manera convencional - uno terminaría por darse cuenta de la mediocridad de la trama. Porque el gran problema de la obra de Miller no es copiar el estilo de Chandler, ni tomar sus historias y reciclarlas, sino que la reelabora saturándola de exageraciones y Deus Ex Machina, quitándoles toda la gracia, arruinándolas y siendo incapaz de aportar algo fresco al género. Es como si Miller fuera incapaz de comprender qué es lo que hacía funcionar a las historias de Chandler - los grandes personajes, los diálogos inspirados, el choque entre personalidades totalmente contrapuestas -, e hiciera una imitación de mala calidad, enviciándose con los tonos y las sombras. La serie negra precisa tragedia, clima y redención, y en cambio lo que obtenemos son puras poses adornadas de preciosismo visual.
Aún con todo ello, el público y la crítica premiaron a Sin City y quedó en deuda una secuela, la cual se demoró 9 años en salir a la luz. El grueso del cast original regresa, a excepción de Clive Owen y Devon Aoki (ausentes con aviso), y Michael Clarke Duncan y Brittany Murphy, los cuales fallecieron imprevistamente a lo largo de la década pasada.
Siendo honesto, Sin City 2: Una Dama Para Matar o Morir resulta superior al original. Las historias siguen sin ser buenas o, siquiera, satisfactorias - como es el caso de la trama con Joseph Gordon-Levitt: una victoria tan pírrica como estúpida -, pero el aspecto visual ha sido realzado hasta el punto de ser glorioso. Todo el mundo virtual de Sin City - generado íntegramente por computadora - se ve pristino e hiperdetallado y, lo mejor, Robert Rodriguez lo maneja con un instinto artístico de alto vuelo, sea Mickey Rourke intentando recordar la persecución en que estuvo involucrado - con autitos chocando alrededor de su cabeza -, o las formidables escenas con Eva Green zambulléndose desnuda en la piscina, en una secuencia plagada de reflejos y contrastes en donde su silueta explota en una nube de gotas de agua. Con mayor presupuesto y los adelantos tecnológicos realizados en estos 9 años desde el rodaje del original, Rodriguez se ha vuelto mucho mas ducho y logra obtener imágenes realmente formidables.
El otro apartado que funciona mejor en esta secuela es el de las perfomances. Mickey Rourke está mucho mas aceitado como Marv y, al estar mas tiempo en pantalla, resulta una delicia; James Brolin es una elección años luz mejor que el blandengue de Clive Owen; Powers Boothe rezuma maldad por todos sus poros; y Eva Green, la cual es una devoradora compulsiva de escenas y aquí hace su enésima femme fatale, la cual está todo el tiempo en traje de Eva (valga la redundancia). Y mientras que lo visual y las perfomances son muy buenas, las historias siguen dejando que desear. Esta gente monologa demasiado, hace poco, y es rebuscada para actuar; desde el inicio de las historias uno ve para donde apuntan, pero no hay nada original o sorpresivo en el medio, sino un enviciamiento con el estilo y las exageraciones (gente haciendo proezas fisicas imposibles, recibiendo armas en el aire o generando matanzas después de recibir 500 balas en el cuerpo). Repito lo que dije antes: si lo hubieran rodado en ambientes naturales y con todos los colores, se darían cuenta de lo flojas que son las historias.
Sin City 2: Una Dama Para Matar o Morir es recomendable sólo para quienes amaron el primer filme. A mí me gustó un poco más, pero igual sigue siendo una película que no volvería a ver. Estéticamente es una pasada, pero es lo mismo que una comida de apariencia deliciosa y que termina siendo sosa aún después de pegarle el último bocado, la cual promete algo que nunca termina por cumplir.
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