Anexo
Por Cristian Ariel Mangini
(@Masterzio84)
sin city uno
La secuela de Sin City debe ser uno de los proyectos más problemáticos de la industria hollywoodense en los últimos años. Su desarrollo estuvo repleto de inconvenientes, cambios de fechas y de reparto, a pesar de contar con el impulso de Robert Rodríguez y el apoyo indispensable de Frank Miller, autor del reconocido cómic. Y sin embargo, el tiempo de producción no parece compensar un producto que funciona más como una apostilla o un anexo de la exitosa primera parte lanzada hace casi diez años, que como una película autónoma. Con un reparto que haría el agua en la boca de cualquier director de una película de género y una introducción explosiva con el personaje más carismático de la saga cinematográfica (el Marv de Mickey Rourke), la película sin embargo se cae y su plato principal, el episodio A dame to kill for, no termina logrando la intensidad de las historias que ofrecía la primera parte.
La elección de los episodios que componen cada entrega de las adaptaciones cinematográficas de Sin City también termina afectando el tono, sin que Frank Miller se haya propuesto esto originalmente: mientras que la primera parte era más cercana al horror y los relatos pulp amarillistas, la secuela que nos ocupa tiene un tono de policial negro más uniforme pero también más previsible. Por esta razón es que esta nueva edición no sorprende tanto como la primera y, a pesar de que profundiza en el universo de Miller, también termina poniendo en evidencia inconsistencias en la elección de las historias que componen cada film. Esto se puede ver sobre todo en lo endebles que resultan los relatos originales que Miller realizó para la adaptación cinematográfica: uno de ellos podría haber funcionado en su cómic original por la fuerza expresiva de sus encuadres y la ampliación de la mitología en torno al senador Roarke, pero en la película su conclusión seca y un desarrollo algo tosco con un cameo genial de Christopher Lloyd, deja a uno esperando más del Johnny interpretado por Joseph Gordon Levitt (que nada tiene que ver con el personaje del prólogo y el epílogo de la primera Sin City) que, a priori, se presentaba como un personaje atractivo. La otra historia, Nancy´s last dance, pretende un cierre justiciero al relato que tenía como protagonista al John Hartigan de Bruce Willis, que aquí sólo lo veremos en algunos cameos. El problema aquí es nuevamente su inconsistencia: frente al tono nihilista que sobrevuela la obra de Sin City, el cierre que da final a la película suena forzado y, con la excepción de los diálogos, lejano al espíritu que da Miller a sus relatos. Por otro lado, ¿cuántas veces pueden usar a Marv (Mickey Rourke) para que sea parte de alguna de las historias?
Con A dame to kill for, una de las mejores historias de la obra de Miller, sucede, en primera instancia, que el cambio del actor que interpreta a Dwight le quita fuerza interpretativa. Mientras que en Sin City Clive Owen le daba intensidad y un tono dramático a su personaje, en la secuela Josh Brolin entrega un personaje más volcado al héroe de acción. Esto lleva a que se vea esencialmente un personaje cercano al Marv de Mickey Rourke interpretando una historia donde un registro más dramático hubiera ayudado a hacer más creíble la contradictoria relación entre la monumental Ava (Eva Green, en todo su esplendor, como si hubiera nacido para ser femme fatale) y Dwight. Traslada la expresividad del color del material original, que rompe con la uniformidad adrede del blanco y negro, pero no así la audacia visual y barroca con la que se presenta la historia que abre el film, Just another saturday night.
Algo más rebajada que la película original, esta secuela resulta menos contundente y cierra como un anexo, más allá de la destreza que ofrece Rodríguez en la dirección de la acción.