En un año plagado de secuelas, “Sin City 2: una mujer para matar o morir” cae dentro del grupo de las “innecesarias”, aunque con mejores virtudes por cierto. La primera, de 2005, tenía la ventaja de un deseo ferviente por parte de los fanáticos de Frank Miller de verla en cine. Sobre todo de la mano de Robert Rodríguez, para darle vida propia (uno de los segmentos estaba dirigido por Quentin Tarantino). Ya instalado como baluarte del cine grindhouse, clase B, de bajo presupuesto y personajes esperpénticos, el mexicano conoce los bueyes con que ara y apuesta doblemente a subrayar todo aquello que gustó y funcionó hace más de nueve años. Vuelven entonces todos los elementos anteriores empezando por la configuración nocturna, oscura, marginal y lluviosa de esta imaginaria Ciudad del Pecado, siguiendo con varios de los personajes ya vistos Marv (Mickey Rourke), Nancy (Jessica Alba), la stripper de la cual Hartigan (Bruce Willis) se enamoraba y protegía (esta vez él aparece como una presencia fantasmal), Gail (Rosario Dawson), la matona de otro barrio de mujeres rudas, el senador Roark (Powers Boothe), timbero y corrupto, y Dwight (Josh Brolin – en la anterior interpretado por Clive Owen-. Por otro lado aparecen buenos personajes nuevos como Johnny (Joseph Gordon-Lewitt), el jugador de cartas, o una femme fatale interpretada por Eva Green
Las historias de “Sin City 2: una mujer para matar o morir” están barnizadas por el mismo concepto estético en blanco y negro (salvo labios, ojos de mujer o algún otro detalle) y una similar forma de contar las sensaciones en primera persona con voz cansina, derrotada por el whisky y el cigarrillo. En este punto es donde se resiente el funcionamiento de la película. Al no contar con el factor sorpresa de la impronta de la primera tal vez hubiera sido más importante ocuparse mejor del guión, los diálogos y, por qué no, en los cuentos propiamente dichos. Así, estamos frente a lo que literalmente es una historieta llevada al cine, pero esta vez con menos pulso y ritmo narrativo. Como si hubieran sacado el pie del acelerador en la sala de montaje para cometer un exceso visual que por momentos cansa, aturde.
No obstante, huelga alabar los rubros técnicos porque, justamente, gracias a ellos es que todo se mantiene a flote. Los trabajos del elenco, sobre todo en el uso de la voz, está calcado de la primera, lo cual le otorga una coherencia fundamental y le imprime ese toque especial que le saben dar los buenos actores del género.
Seguramente esta segunda parte entregará a los fanáticos una buena dosis de lo que van a buscar. Abundan los tiros, la sangre, y la acción. Para el resto, es más de lo mismo.