TODOS SOMOS PECADORES
En un mundo históricamente machista, el hombre es quien ha mandado gracias al potencial uso de su fuerza. Casi siempre es él quien se arriesga mientras que ella se guarda a salvo en su hogar o simplemente acompañando como primera dama. Pero a pesar de eso, la mujer siempre fue la que dominó. Hacemos todo por y para ella y, gracias a eso, pudo ir saliendo de su capullo para ir tomando protagonismo en un planeta en el que cada vez hay menos diferencias de género. Y si esa dama acaso es Eva Green, ni te cuento. Quedarás condenado por los siglos de los siglos.
Luego de nueve años del lanzamiento de su versión original, finalmente llega la segunda entrega de “Sin City”, esta vez titulada “Una mujer para matar o morir”. Mucho se habló sobre su realización ya que al parecer este brillante clásico no ameritaba una secuela. ¿Era realmente justa y necesaria? La verdad que no. Aun así, sabemos que Frank Miller, y sobretodo Robert Rodriguez, son autores que trabajan desde un punto de vista netamente comercial, y por eso, si veían una oportunidad clara para hacer más dinero no la iban a dejar pasar, como sucedió con Rodriguez al forzar el falso tráiler de “Machete” a un largometraje y a una fracasada segunda parte. Pero créanme, esta vez no les salió tan mal.
La ciudad del pecado es testigo de nuevas historias que comprometen a algunos de los antiguos personajes y también a nuevas apariciones, tales como la de Eva Green y Joseph Gordon-Levitt. Dwight (Josh Brolin) es llevado hacia la tentación para salvar a su antigua y explosiva amante, Ava (Eva Green), mientras que el galancito de “500 días con ella” desafía a la suerte con una sola moneda en mano arriesgando su vida con el senador Roark (Powers Boothe). Por otro lado, Nancy (Jessica Alba) tarda en entrar en acción ya que está ahogando las penas que le dejó la muerte de Hartigan (Bruce Willis), Marv (Mickey Rourke) sigue con su rutina diaria de meterse en problemas y el barrio viejo gobernado por las mujeres también vuelve por más.
Lo que hace interesante a esta película no es algo novedoso, sino que es la utilización de una fórmula infalible: una ciudad ficticia, mujeres, sangre, un arte estupenda y muchos, pero muchos, pecados. Sí, lo mismo que vimos en esa película de 2005 pero ahora con nuevos sucesos. Ya sin la ayuda del meticuloso Tarantino, el film termina teniendo tintes mucho más novelescos y mucha voz en off transmitiendo tal cual los pensamientos de los personajes. No hay ningún secreto.
Aunque no le llega ni a los talones a su primera versión, justamente porque es la que le dio vida a la ciudad, es casi imposible negar que esta secuela también atrapa la atención al espectador y lo deja con ganas de atacar al salir de la sala. Seguramente los más devotos dirán que le quita valor a la primera, y aunque un poco puedo llegar a estar de acuerdo, no caben dudas de que, entre tanta invasión y saturación de cine pochoclero, resulta ser una película que se destaca gracias a su brillantez sobre todo en postproducción. Tenemos arte, acción, sangre y sexo, ¿qué más quieren? Solo esperemos que a estos golosos no se les ocurra hacer una tercera parte. Para esta ocasión, podemos perdonarlos.