Un film que se hunde en su propio exceso
La película dirigida por Miller tiene un reparto multiestelar con caras famosas, en muchos casos irreconocibles por la estética cómic. Las diferentes historias del relato son desparejas y tienen diferente nivel de interés.
Del crecimiento de la historieta en el mundo del cine no hay nada nuevo para decir. Año tras año son más los films que adaptan comics, historias gráficas y la influencia del género se ve en muchos títulos. Sin City (2005) y Sin City 2: una mujer para matar o morir (2014) son dos películas que adaptan el trabajo del autor de comics Frank Miller que, junto a Robert Rodriguez, se encargó también de la dirección de ambos films (el primero contaba también con la presencia de Quentin Tarantino).
Sin duda, el elemento estético es primordial y en esta nueva entrega se nota desde el comienzo que la película es un cómic que cobra vida frente a nuestros ojos. Pero mientras que cada plano en sí mismo puede ser de una gran belleza y un enorme impacto visual, la suma de estos cuadros no produce el mismo efecto de deslumbramiento. Al contrario, en los primeros minutos el asombro y la maravilla abren paso a un relato que se estanca en su exceso de esteticismo y, aunque parezca insólito, su falta de ideas visuales más allá del recurso ingenioso.
Nuevamente estamos frente a una versión exacerbada del film noir, llevada tan al exceso que es casi una comedia. Pero no lo es. Cada personaje es un estereotipo de un estereotipo, a punto tal que produce agotamiento tanto subrayado autoconsciente. Las diferentes historias que conforman el relato se van cruzando en mayor o menor medida y son desparejas y poseen diferente nivel de interés. Femmes fatales, policías corruptos, alcohólicos, perdedores, personajes del policial negro. Siendo el film noir un género tan rico e interesante, Sin City lo arruina al gritar a los cuatro vientos las sutilezas de un género maravilloso y lleno de matices.
El elenco multiestelar en el que se destacan Mickey Rourke y Bruce Willis, llena de caras famosas cada escena, pero en muchos casos son rostros casi irreconocibles por la estética mitad cómic y mitad cine que tiene la película. Algunas apariciones especiales, como por ejemplo Lady Gaga, agregan algo de curiosidad pero no mejoran sustancialmente la película.
Esta nueva entrega es también en 3D, pero eso tampoco suma y no vale la pena el gasto extra. Quienes se sientan atraídos por el film noir, tienen docenas de ejemplos que valen la pena y que puede remplazar a esta experiencia tan ambiciosa en la teoría y tan poco interesante en la práctica. El cómic tiene mucho potencial para el cine, pero este aun no lo ha aprovechado como corresponde. Veremos si en el futuro alguien da un paso más allá o si sigue flotando en la superficie.