Para el inefable Keanu Reeves, la venganza será terrible
A John Wick (Keanu Reeves) se le muere su esposa de cáncer y unos gánsteres rusos le matan a su adorable perro y le roban su preciado Mustang 1969. La venganza, claro, será terrible, sangrienta (léase: decenas de cadáveres). Así de básica es la propuesta de esta ópera prima de Chad Stahelski, experimentado doble de riesgo (incluso del propio Reeves) que demuestra un indudable oficio para construir un eficaz exponente del cine de acción clase B.
Además de ser una buena carta de presentación para Stahelski, Sin control regala un convincente trabajo de Reeves. Al no tener que hablar ni ser demasiado expresivo (aspectos en los que nunca se destacó), el protagonista de Matrix está impecable como un ex asesino a sueldo que sale de su retiro y ya no tiene nada que perder en su maratón de venganza.
Con una estilización formal que remite al cine coreográfico de los maestros asiáticos de los años 90 como John Woo, Ringo Lam o Tsui Hark; explosiones de violencia recargada de humor negro a-la-Luc Besson (suerte de reverso masculino de Lucy), y buenos personajes secundarios como los de Dafoe, Leguizamo, McShane y Nyqvist (notable como el jefe mafioso), Sin control no tiene grandes innovaciones, pero resulta absolutamente disfrutable para quienes suelen apostar a este género. El resto, mejor abstenerse.