Volvió Keanu
Sin control (John Wick, 2014) es pura dinamita, sin dudas la mejor película de Keanu Reeves desde Matrix (1999). Un film de acción potente, con todos los condimentos para ser un gran espectáculo al nivel de Búsqueda implacable (Taken, 2008).
Y un día volvió Keanu Reeves. No es que se haya ido, sino que necesitaba una película que ennoblezca al héroe de acción que alguna vez supo ser desde Máxima velocidad (Speed, 1993). En la actualidad el actor cuenta con la edad perfecta para interpretar a un antihéroe sin piedad, frío y calculador. Su John Wick es un ser sombrío, con un pasado trágico y sin nada que perder.
Su mujer muere por una enfermedad, y le deja un pequeño perro como último regalo. Ella significaba para John Wick la esperanza, la vida, la luz. Todo lo contrario al universo de asesinos a sueldos del cual formó parte en su pasado, y del que supo ser el mejor de todos. El ahora viudo, trata de superar su dolor haciendo crujir las llantas de su deportivo auto de colección. Por cosas del guion, es asaltado por el hijo del capo mafia ruso, que le roba su auto y mata a su perro. El refrán “muerto el perro, muerta la rabia” no funciona con John Wick, más bien todo lo contrario. La rabia se potencia y desata una sangrienta venganza contra la mafia rusa.
Muy cada tanto aparece un film de acción que produzca deleite de principio a fin. Sin control es uno de esos casos. No estamos ante una historia novedosa, sino la simple y clásica historia de venganza bien desarrollada y mejor filmada. Esto se debe a los directores Chad Stahelski y David Leitch, coreógrafos de escenas de acción en las mejores películas del género de los últimos años.
Tenemos suspenso bien construido que termina en una explosión de violencia, un personaje con pocas palabras pero de frases matadoras, coreográficas escenas de acción (es notable la masacre en la discoteca, solo comparable con Kill Bill: Vol. 1), buen ritmo de relato y una banda sonora con melodías de rock and roll. ¿Qué más se puede pedir? Un gran actor de reparto: Willem Dafoe interpreta a Marcus, otro asesino a sueldo veterano que entiende los códigos de su compañero (ideal para el actor).
En el relato del antihéroe no existen personajes buenos, sino un universo de seres despreciables entre los cuales el protagonista sobresale por ser el más positivo (tiene códigos, el resto no) siendo el menos malo de los villanos. Esa lógica, al mejor estilo Revancha (Payback, 1999) con Mel Gibson (Carter era su personaje), le calza como anillo al dedo a John Wick.
Sin control no es una obra maestra. Es una película de acción muy bien hecha que toca esa fibra sensible que debe tocar para trasmitir la potencia de la historia, a fuerza de tiros y golpes de puño.