La venganza es el motor
Keanu Reeves y un buen regreso al cine de acción.
Sin control, que merece más el título original de John Wick, el personaje de Keanu Reeves, es una película para fanáticos. Del actor y del cine de acción. Y especialmente atractiva para aquéllos seguidores de esta clase de westerns del siglo XXI que eluden todo pecado de inverosimilitud con una tradición fílmica que todo lo permite y lo perdona. Visto así, la del inoxidable Keanu, que ya pasa los 50 años, es una buena película con una historia conocida y largos minutos de tiros y persecuciones: es la historia del asesino, sicario, o pistolero que se retira y que vuelve al ruedo por una motivación personal.
No hay misterio. John Wick se convierte en una máquina de matar recargada porque acaba de perder a su mujer, que lo llevó al "lado bueno" de la vida. Y porque Iossef, el hijo de un veterano mafioso ruso, el hijo tonto que ningún gángster quiere tener, no tiene mejor idea que invadir la tristeza de John, robarle su auto y matarle a Daisy, la perrita que su esposa le envió de regalo antes de morir y que llegó vía delivery después de los funerales. Todo en sus propias narices.
Trocó en odio la pena de John. Operó la transformación que convierte a la película en una cacería, en el regreso del temible Boogyman. "Es un maldito nadie", sobrará Iossef a su padre cuando este le pregunte si sabe con quién se metió. "Ese maldito nadie es John Wick", contestará el padre, que alguna vez lo tuvo como sicario a su servicio, que ahora sabe que el mundo se le vendrá encima, y que pondrá precio a su cabeza.
El mundo es Nueva York, Brooklyn, un hotel art decó, una iglesia ortodoxa, una discoteca top, donde transcurren largas y sangrientas batallas. John, que conoció la vida de otro lado, volvió a cruzar de vereda, y es la pesadilla de los rusos, que podrían ser chinos, pero aquí son coproductores.
Un buen regreso para el cine de acción que pese a sus evidentes muestras de marketing multicultural, sus pasajes pochocleros y sus argumentos gastados, seduce con ritmo, piruetas, códigos rotos y la venganza como motor.
BUENA. Reeves, el elenco, el ritmo y las batallas del filme honran a un género que necesita recuperar su mística.