Hollywood tiene tantos matices en la composición de su constelación de estrellas que uno podría tomar, entre tantos nombres, un puñado de actores que cumple el sólo propósito de estar en la pantalla para un (in) determinado fin.
Hollywood tiene tantos matices en la construcción de su industria que hasta hay películas en las cuales sólo podría haber un actor o actriz en el rol protagónico, independientemente de sus capacidades expresivas, la escuela en la cual estudió o sus técnicas de composición de personaje. Se produce tanto que hasta gente sin otro talento que el physique du rol tiene su lugar en la historia. Sin dudas es la tierra de las oportunidades para quienes tengan la virtud de la paciencia, habilidad para elegir (entendiendo sus limitaciones), y un representante lo suficientemente “bicho” para entender, no sólo la madera de la cual está hecho su representado, sino también el tipo de bote que se puede construir con la misma.
También es cierto que dos o tres traspiés (casi un trabalenguas), seguidos en términos de taquilla y calidad, pueden hacer de una carrera prometedora y con futuro una caída en picada sin fondo definido. Preguntémosle sino a Nicolas Cage.
Desde 1989 hasta 2015 Keanu Reeves no será recordado jamás por deslumbrar con sus trabajos, pero Neo, al igual que el robot Terminador, por ejemplo, hay uno sólo. Tan cierto como que hay sólo una (e irrepetible) saga de “Matriz” (1999/2003) o de “Terminador” (1984/2003) y estas, a su vez, se identifican con un rostro.
John Wick es un ex asesino que se “despierta” furioso a su nuevo oficio por venganza contra gente muy mala. Terrible. Es eso. Para qué decir más. Una de tiros por venganza. El trabajo de Keanu Reeves cumple con lo que pide la historia, pero para los más observadores es como si en lugar de “desconectarse de la “Matrix”, Neo hubiera encontrado laburo de matón. Habla igual, se mueve igual, y dispara igual.
Si “Sin control” se hubiese estrenado en los ‘70, hoy sería un clásico al estilo “El vengador anónimo” (1974, pero hay dos grandes diferencias entre ambas (hay cientos, pero usaremos ésta como ejemplo de acá en adelante). Una es la factura técnica, pues el clásico con Charles Bronson no tiene nada que hacer frente a esta producción. La realización de Chad Stahelski y David Leitch (es una co-diercción a pesar de lo que dicen los créditos) remite a exponentes de un grande del cine de acción como John Woo. Por espectacularidad en su concepción estética las más cercanas a éste estreno son probablemente “Contracara” (1997) u “Operación cacería” (1993).
Estamos frente a una de acción “filmada del carajo”, como diríamos entre amigos, razón por la cual cada uno de los rubros técnicos es impecable, en especial el diseño de sonido que se potencia aún más cuando hay cámara lenta. Sin embargo, hay una cuestión temporal que impide ir más allá de entender que las herramientas técnicas en la década del 70 eran muy distintas con lo cual, vista hoy en su contexto, “El vengador anónimo” todavía funciona bien.
La otra diferencia es más grave y es donde “Sin control” queda en jaque: el guión. El personaje de Charles Bronson reaccionaba contra pandilleros que habían violado y matado a su mujer; Acá John Wick se despacha a tiros contra la mafia porque al no querer venderle el auto a un gángster desubicado, éste se la agarra con su perro (¡¿?!). Convengamos que es más endeble la justificación, y por ende no queda otra que “comprar” o irse de la sala.
Olvidado el percance de los guionistas, que bien podrían haber buscado la parodia en lugar de hacernos reír con lo serio con que se toman el asunto.”Sin control” se regodea en lo que mejor hace: entretener con acción de máxima tensión.