Sin Dejar Huellas: Un thriller policíaco al 100%.
El director Erick Zonca nos trae un film en uno de los clásicos géneros si los hay, el policial negro francés.
La duda es los que mantiene en movimientos ciertos géneros en el cine y la literatura. ¿Quién lo hizo? ¿A dónde fue? ¿Por qué pasó? Esas son algunas de las preguntas que ponen en movimiento una historia. Pero quizá lo más importante es barajar estas incógnitas y sus respuestas de una forma atractiva, que mantenga a la audiencia enganchada sin complicar la situación tanto que no sabrían donde están parados.
Es una línea muy delgada, narrativamente hablando, encontrar el punto medio entre entretenido, complicado y ridículo. Después de todo, el espectador quiere ir adivinando, ver si con las pistas quizá llega a una conclusión propia. Pero tampoco puede ser demasiado simple ni demasiado complicado. Como ya mencioné, el equilibrio es clave y ese es el caso de Sin Dejar Huellas (Fleuve Noir).
En este caso, la escena inicial nos presenta a una madre (que aún no conocemos) rogándole al detective François Visconti (Vincent Cassel) que lo busque porque “es un buen chico y nunca desaparecería sin decirle a su madre”.
Pero como en toda película donde alguien desaparece, no ha pasado el tiempo suficiente para que la policía lo haga. La escena es interrumpida con una llamada al celular del detective que lo pone de mal humor y lo lleva terminar la entrevista con la recomendación de que vuelva mañana si el hijo no apareció para entonces. Con el cambio de escena, se nos presenta un poco más a François y su trasfondo, que incluye un hijo dealer, una adicción al alcohol y una vida familiar deshecha.
La atmósfera que se genera en el film es, desde el minuto 0, una llena de desesperación. Ya sea que hablemos de François con su alcoholismo y su hijo traficante, de Solange Arnault (Sandrine Kiberlain) y su hija discapacitada, o de el centro de la historia, Dany Arnault, el chico perdido, es muy claro que no va a ser una historia con final feliz. Y eso es una maravilla, porque que un film sepa que tipo de historia va a contar es algo que últimamente parece un lujo.
Además de una identidad bien clara, otro de los grandes méritos es la omisión total del uso de flashbacks. Aunque es un recurso más que válido y, bien usado, muy útil a la hora de contar historias, es interesante ver que no se lo necesita para pintarnos el panorama más claro de la historia.
Sumado a la no inclusión de flashbacks, otro mérito es que nunca vemos a Dany. Como espectador, es algo que te deja enganchado. Esto se debe a que la mayoría de los films de este género, uno espera ver “tangiblemente” el centro de atención de todos. Pero no. Aquí esperas y esperas, pero el personaje nunca aparece como tal. Y esto genera un extra de suspenso.
Así, la lista de personajes se concentra en el detective alcohólico, la madre desesperada y la tercera pata de esta historia: el conocido que sabe demasiado. Como en toda buena historia sobre crímenes, siempre hay un personaje que clama ser el que realmente conocía a la víctima. En este caso, el profesor Yann Bellaile (Romain Duris) cumple esa función. Con demasiado que decir y muchas más preguntas que la policía, el profesor sabe generar inquietud como pocos y es instigante al máximo. Aunque se presenta como un maestro más, de a poco nos damos cuenta de que, a pesar de tener familia y una vida, de normal no tiene mucho. Aunque no es lo que uno espera en lo absoluto.
El objetivo de un buen policial/suspense es que no sabes que va a pasar y, a pesar del hecho de que, de a momentos, se puede volver un poco lenta, Sin Dejar Huellas logra ese objetivo sin problema alguna. Tiene en su mayoría un buen ritmo que logra compensar el largo del film. Lo sobresaliente es que uno se va formando una idea sobre quien es quien, que puede esperar de cada uno y qué no. Y casi ninguna de esas expectativas se mantiene el pie llegado el final.