Cassel retrata a un detective agresivo, alcohólico, desagradable, a quien hasta sus colegas detestan. Trata a las mujeres como objeto, es divorciado. Sin embargo, por algún motivo desconocido, le cae del cielo un caso para buscar a un estudiante desaparecido. Casualmente él también tiene un hijo de la misma edad, pero quien ha sido detenido por la policía por tráfico de drogas en el mismo momento en que la madre del adolescente desaparecido le pide ayuda.
–Mañana vemos, le dice, y sale hacia la comisaría adonde tienen a su propio hijo, Y a quien maltrata físicamente para que entregue los nombres de los proveedores de estupefacientes.
Está todo dicho, el protagonista no nos caerá nada bien. Intenta repuntar más adelante, justificando de alguna manera el porqué de la situación de su protagonista, pero lo único que hace es empeorar. Descubrimos a un tipo obsesivo que no tiene nada que enseñar y a quien no le interesa aprender nada en este mundo.
En una trama que emula el cine negro en su atmósfera y por la forzada femme fatale indexada a la madre del adolescente desaparecido, se trata de una adaptación de la novela policiaca israelí, The Missing File, y que forma parte de una trilogía. Mal comienzo.
Por consiguiente, la trama principal del protagonista se desdibuja y si no es por el tutor del adolescente desparecido, un novelista, también obsesivo, sentís que el adolescente jamás será encontrado. A pesar de ello, la trama da una vuelta de tuerca olvidándose de varios personajes y con un final truculento, sacado de una galera que te harán recordar a la fantástica resolución de Chinatown. (6/10)