Presunto culpable.
El festival de Sitges es un escaparate de lo más variado y complejo y se pueden ver diferentes subgéneros del fantástico, el terror y la ciencia ficción. Aún así, el género que cada vez está creciendo con más presencia es el noir y el criminal. A menudo el noir es un género muy flexible y adaptable a otras propuestas, pero el negro más clásico (hard-boiled y soft-boiled) se coló en la cartelera del festival.
Sin dejar huellas (Fleuve Noir Noir, tcc Black Tide) nos propone una trama detectivesca donde el detective Visconti deberá encargarse de resolver la desaparición de un adolescente. El antiguo tutor de francés del chico se presta voluntario a ayudar en el caso ya que dice sentirse bastante cercano a él. Sin embargo, la actitud del profesor resulta de lo más sospechosa y acaba siendo el objeto de obsesión del detective.
La trama sigue una estructura clásica del policial detectivesco, ya que seguimos con detenimiento los pasos que va tomando Visconti en la investigación: nuevas pistas, nuevos indicios a seguir, interrogatorios y deducciones. Seguimos el personaje principal de tan cerca que incluso conocemos sus obsesiones, manías y problemas. Visconti es un hombre divorciado y demasiado volcado al alcohol, con un hijo adolescente que se dedica a traficar con droga y que por lo tanto le comporta más de un dolor de cabeza. Con este caso se nos abre una segunda línea argumental planteada a modo de subtrama.
El personaje de Visconti es de las cosas más atractivas de la película ya que está muy bien trabajado y elaborado por el actor Vincent Cassel y el personaje del profesor, interpretado por Romain Duris, también aporta una buena dosis de antagonista a la trama. La interacción que nos ofrecen en la pantalla es de auténtico nivel y el argumento también les ofrece unos papeles de lo más atractivos.
Sin embargo, la película se pierde con la masa detectivesca y eso hace que muchas escenas se alarguen sin un contenido relevante. Las tramas son atractivas a priori, pero la única que se acaba resolviendo es la principal. Esto hace que todos los hilos que se han ido abriendo a lo largo del visionado se pierdan sin una resolución aparente; por ejemplo, la relación del detective con su hijo y el conflictivo mundo en el que este último parece haberse sumergido.
El giro narrativo final está entre lo mejor de la película. Erick Zonca, el director, crea una trama que hace converger la investigación policial con la pasión por la literatura, y el mensaje termina siendo toda una oda para los fans de la literatura negra; sin embargo, el giro narrativo del clímax, que por cierto, es de lo más bien encontrado, se ve truncado por todavía otro giro que no aporta más información que la de dejar al espectador con un final más abierto y sin saber del todo cuál de las dos versiones es la de verdad, nos hemos de fiar de la palabra de uno de los personajes, pero nunca tenemos ninguna prueba para saber qué es lo que realmente ha pasado. Reconozco que a priori los finales abiertos me cautivan, pero este en concreto no. El filme quedaba muy bien resuelto con el primer giro narrativo. El segundo sólo hace alargar la acción de manera innecesaria y sin cerrar el tema.
En definitiva, tenemos entre manos un policial detectivesco clásico con atmósfera oscura y trama plana y lineal. Quizás una buena apuesta para una tarde de tormenta.