Proyectada en el marco de la primera edición del Tour de Cine Francés en Argentina durante el mes de octubre, la película nos cuenta la historia de un detective que intenta resolver el caso de un joven desaparecido en extrañas circunstancias. Su madre acude una noche a la policía para denunciar el extravío, y a partir de allí, el film se centrará en la resolución de un misterio bajo los cánones del género de investigación policial, en donde el espectador acompaña las conjeturas acerca del posible culpable.
Escrita y dirigida por Érick Zonca, “Sin dejar huellas” está basada en la novela “Expediente de Desaparición”, del israelí Dror Mishani. Zonka, recordado por “La Vida Secreta de los Ángeles”(1998), nos cuenta la película desde la perspectiva del personaje de Cassell, y como éste se va internando en el misterio que envuelve el caso, generando en el espectador un nivel de focalización cómplice e incierto. La cámara muestra detalles sutiles, que el espectador deberá captar como posibles pistas.
En definitiva, este auténtico laberinto kafkiano (evidente metáfora su mención de El Castillo) no hace más que mostrarnos la podredumbre del ser humano, en un relato en donde todos están comprometidos. Constantes giros en la trama, cercana a su resolución, conllevan a un desenlace sorpresivo. Cuestión que también nos sugiere reflexionar acerca del relato de ‘verdad’ que se teje como ‘oficial’ cuando la desaparición repentina de un adolescente encubre una turbia realidad.
La experiencia de Cassell contribuye a la recreación perfecta de un detective acosado por sus demonios internos. Un antihéroe confrontado con su propio hijo, quien vive en los márgenes de la ley, y afecto a las bebidas para calmar su ansiedad y ahogar el recuerdo de una existencia miserable, profundizada por la partida de su esposa.
Esta película nos presenta una galería de personajes interesantes, que va dotando de dimensión al relato: el padre del muchacho tan suspicaz como ausente, el rol que juega la madre del desaparecido y el sospechoso profesor aspirante a novelista interpretado por Romain Duris.
La desesperanza que se cierne sobre la condición humana –a través de citas de Albert Camus- queda plasmada mediante familias corrompidas, capaces de llevar a cabo aberraciones. La película también resulta un interesante ejercicio para colocar al espectador como juez. Mecanismo que no hace otra cosa que interpelarnos acerca de la verdadera naturaleza que se oculta en la sociedad.