Reaparece Erick Zonca, director que llamó muchísimo la atención con sus dos primeras obras, "La vida soñada de los ángeles" y "El ladrón", ambas bien singulares, inquietantes, creíbles y muy bien interpretadas, hace de esto casi 20 años. Después solo dirigió otras dos, que aquí no llegaron, y de pronto ahora resucita. Mantiene los méritos de inquietar y dirigir muy bien a los intérpretes, y sigue siendo bastante singular, aunque tema y personaje parezcan de catálogo, y algunas cosas no resulten del todo creíbles.
El tema principal se sintetiza en su planteo: un oficial de policía, que se lleva pésimo con el hijo adolescente, debe investigar la desaparición de un chico modelo, según lo describe la madre. Hay varios sospechosos, en especial un vecino, "colaborador voluntario". Pero el sujeto más llamativo es el propio oficial, un tipo envejecido, alcohólico, acelerado, mano suelta, como se decía antes, más desaliñado que el inspector Columbo pero menos lúcido, que el formidable Vincent Cassel interpreta como si fuera una especie de Fanego desaforado.
Romain Duris le hace el contrapunto, siempre a punto de sacarlo de las casillas, y Sandrine Kiberlain es la madre angustiada del chico. Hacia el final hay varias vueltas de tuerca, de las que no diremos nada, por supuesto, salvo que tienen gusto amargo.
Detalle a considerar: el film se inspira en la novela de Dror Mishani "Expediente de desaparición", pero el inspector de Mishani es un petiso pelado, que ni se compara. Bienvenido de nuevo, Erick Zonca.