Perdidos en el cuarto mundo
El de Sin escape es un caso interesante aunque no –lástima– por razones cinematográficas. Jack Dwyer (Owen Wilson) y su familia deben trasladarse, por motivos laborales, a un país del sudeste asiático que, si bien no se lo menciona (y por buenas razones), parece ser Tailandia. De entrada, los Dwyer se encuentran en el hotel de un país pobre. La luz se corta, no hay wi-fi ni otras facilidades; Annie (Lake Bell) le informa a su esposo, en tono de reproche, que el país al que la llevó pertenece al cuarto mundo. No extraña, entonces, que no haya periódicos en inglés, y cuando Jack sale a buscar uno fuera del hotel se topa con una horda de rebeldes contra el gobierno que habrá de perseguirlos a ellos y al resto de los turistas durante toda la película. Aunque la horda es retratada con el mismo respeto que una pandilla de zombis, el agente británico encubierto Hammond (Pierce Brosnan) en algún momento explica lo justo de la gesta. No nos quejemos, dice, palabras más palabras menos: esta gente protesta por el agua que le estamos robando. Existe, como novedad, un mea culpa, que no justifica los medios ni tampoco, cabe agregar, el bochorno de este rodaje.