Take the money and run.
Un hombre gira en círculos. Gira en forma constante. Sistemática. Escuchamos su respiración agitada. Está corriendo. Trotando. Siempre en círculos. Ni se fija en los que están alrededor. En una suerte de patio. Suena una alarma. Como en la escuela primaria, el recreo termina y el hombre debe dejar de correr. El único tema es que este hombre es grande y no está en la escuela primaria, sino en la prisión. Pero a punto de salir.
Desde el vamos, como ya me encargué de insistir hartamente, el hombre gira en círculos. Tanto dentro como fuera de la prisión. La metáfora de la reincidencia delictiva, y, si queremos ir un poco bastante más allá, de lo cíclico, de “la historia termina donde empieza”, es una piedra angular presentada desde el primer plano, donde, y disculpen mi redundancia, el hombre se la pasa girando en círculos pero, sin embargo, no se siente completo. Algo le falta. Ese algo es lo primero que irá a buscar apenas salga. El asalto. El robo a mano armada. El escape. Pero en este personaje, la delincuencia tiene algo muy particular. Esa fuerza de goce macabra, actúa como detonante perverso que este sujeto es incapaz de reprimir. Como una suerte de perversión sin ninguna ambición, el hombre roba y corre sistemáticamente. Como girando en círculos, una y otra vez. Como quién no puede evitar de ningún modo la tentación morbosa de determinado acto.
Muy bonito, sí, pero la pregunta es: ¿esta progresión inicial sutil, ajustada, de planos sumamente logrados, de ritmos sostenidos con precisión envidiable; pretende algo más que una descripción ilustrativa de una suerte de patología criminal intrínseca que a su vez se combina, de a momentos, con secuencias de acción andrenalínica? Con este pensamiento paulatinamente comencé a tropezar a medida que se desarrollaba el metraje hacia la mitad. Me preguntaba si era algo así como un muy bien realizado video institucional acerca de una psicopatología semejante a la obesidad pero más peligrosa, o realmente se intentaba contar algo más.
Más allá de la historia real, de las proezas escapatorias del personaje y demás; lo más interesante era como todo esto servía para caracterizarlo. Como más arriba mencionaban los demás, un hombre para el cual todo vale lo mismo que nada, sean los premios ganados en importantes maratones atléticas, sean las inmensas sumas robadas, el hombre sigue inmutable, imperturbable. Carece absolutamente de objeto material. Su única pasión es la adrenalina que le despierta el propio comportamiento criminal. Pero aquí, una vez más, había algo que divagaba un poco aunque, por mi parte, luego de repensarlo una vez finalizada la película, se iba aclarando: ¿es posible que su práctica delictiva fuese únicamente un medio en el cual encontraba una manera más efectiva de realizar sus entrenamientos atléticos? Porque de ser así, hay muchas cosas que lo evidencian: luego de un asalto, llega a su departamento, se quita el aparato que le mide el pulso del pecho, lo carga en una notebook y estudia el comportamiento aeróbico de su organismo. O cuando luego de un robo se mete en una carrera (¿o se me mezclaron los recuerdos y estoy inventando cualquier cosa?). A lo que voy es que si esto es así, todo el argumento tambalea hasta el punto de derrumbarse. Porque entonces todo aquello que postulábamos como absolutamente carente de valor para él, pasaría a ser su objeto de deseo en sí mismo, como por ejemplo, el trofeo. Su crimen pasa a ser mero entrenamiento.
Pero sin embargo, luego de meditarlo un poco más, concluí que de todas formas, una cosa no quita la otra. Es decir, si ese crimen es a su vez práctica aeróbica; tampoco queda negada toda la morbosidad patológica que conlleva elegir ese medio como práctica. Ahora me doy cuenta que era un tanto obvio este punto, pero sin embargo me había dejado picando ciertas cuestiones.
Por otro lado, aunque forme parte de una clara decisión estética, uno se pregunta por qué, más allá de la perfecta caracterización, se nos cuenta tan poco del personaje. Es decir, si bien conocemos su carácter, su frialdad, etc., no tenemos ningún vestigio palpable que nos marque un poco el camino que fue trazando hasta llegar a ese punto de delinquir porque sí. Y esta pregunta cobra más fuerza cuando se encuentra con la mujer que evidentemente lo conoce desde hace tiempo y lo hospeda sin vacilar una vez que sale de la cárcel. ¿Cuál es la historia entre ambos? ¿Qué es lo que sucedió? De a ratos molesta que sean tan rotundamente ocultas esas historias. Pero a su vez, paradójicamente, potencian todo el tiempo el suspenso y la tensión acerca cuál será el destino de este.