Basada en una increíble historia real, Heinserberg, habla de un hombre con dos pasiones que se convierten en adicciones peligrosas: correr y robar bancos.
Ni bien sale de la cárcel, Johann, sale a robar un banco y correr una maratón. No es amigo de la violencia pero sí de la adrenalina. A pesar de las advertencias de su oficial de libertad condicional, sigue robando. El encuentro con una amiga de la infancia le provocará replantearse que senda quiere seguir en su vida. No lo duda: el crimen lo emociona más.
El director logra meterse en la cabeza de su misterioso protagonista. Un hombre solitario, adicto al riesgo. Suspenso y tensión unidos para lograr un relato vigoroso. El protagonista siempre corre (Andreas Lust, hace un trabajo magnífico, a nivel físico y expresivo). El miedo de ser atrapado, de tener que correr nuevamente en círculos motiva al personaje. No es simplemente el dinero. Un viaje acompañando por travellings de seguimiento de gran dinamismo y planeados con meticulosidad kubrickiana. Si bien, uno supone que el protagonista no va a terminar bien, cada escena resulta sorprendente e imprevisible. Buen ritmo, con pocos diálogos, Heinsenberg, no trata de poner la cámara de manera tal que sobresalga sobre el personaje o la actuación. Solidez narrativa acompañan esta película, que termina agitando al espectador.
Sin efectos videocliperos o publicitarios como hubiese hecho Tom Tykwer (Corre, Lola, Corre) o pretenciosidad estética, The Robber, es una muestra más del gran momento que está pasando la nueva escuela de cine alemán.