Una historia basada en un hecho real se convirtió en una gran película.
Basada en una historia real, la alemana “El ladrón” dirigida por Benjamin Heisenberg es la adaptación de la obra de escritor austríaco Martin Prinz sobre el ladrón de bancos y corredor de maratones: Johann Kastenberger . Una película que los mantendrá en vilo y que generará con el protagonista una simpatía poco usual.
El ladrón (Andreas Lust) del título a pasado gran parte de su estadía en la cárcel, corriendo en círculo. Como buen maratonista que es, una vez fuera, decide volver a reanudar su vida deportiva pero sin dejar su otra gran pasión: robar bancos. Así es como su vida (o no vida, según él) está ligada a la huida. A ese sentimiento de desinterés y de necesidad constante de vivir en plena adrenalina. Así es como vive, incluso cuando vuelva a reanudar contacto con Erika (Franziska Weisz) no hay manera de que él llegué a mostrar algún tipo de sentimiento. En esa frialdad, es donde el personaje de Lust es cada vez más contundente, y donde va generando simpatía en el espectador. Él se siente que vive en una tumba de la que no puede salir, y será así como veremos muchas escenas del filme. Una oscuridad que pocas veces nos deja ver y que cada tanto permite al personaje salir.
La historia es muy interesante y su construcción cinematográfica no se queda atrás. Hay un gran trabajo de cámara para lograr mantenerla al ritmo de cada corrida del personaje, dando vigor y la rapidez con que corre éste, acompañándolo como si fueran uno. El trabajo de Lust es extraordinario, sus gestos insulsos que poco dicen acentúan su lucha interna por la perfección, superar las limitaciones de su cuerpo y por sobre todo, de todos aquellos que quieren reformarlo.
Realmente un gran filme que vale la pena ver. 97 minutos justos, precisos y de gran tensión. ¿Lo malo? Que como todo éxito europeo, Sony está pensando su remake. Será ahora cuestión de esperar si esto sucede, mientras no dejé de ir a ver su versión original al cine.