Sin Escape. Estamos nuevamente ante un título que no refleja la verdadera esencia de la visión original. Si bien su nombre original (Der Rauber, literalmente “el ladrón”) no tiene una connotación demasiado fuerte, refleja a una mayor escala la personalidad y la verdadera ocupación del protagonista.
Ahora la película. Sin Escape presenta a Johann “Hans” Rettenberger, un convicto al momento de su liberación que ocupa todo (todo) su tiempo al entrenamiento de su cuerpo para correr maratones, más que un deporte pasa a ser una obsesión infundada en el carácter compulsivo e impulsivo del personaje.
Hans es liberado y luego de una charla con su analista acerca de sus robos pasados y su dudoso futuro, se lanza a la calle donde articula el entrenamiento (parte fundamental del filme), con el robo y la convivencia con una muchacha conocida antes de la condena.
La práctica del delito se vuelve patológica, el escape parece excitarlo, las carreras parecen no ser suficientes, los premios en las maratones por primeros puestos resultan obsoletos ante la causa mayor: la nada. Es la nada misma la motivación que mueve los hilos de Hans y lo llevan a actuar de manera criminal cuasi-automática, con una ambigüedad proverbial y fuera de los parámetros “normales” si es que aquellos existen.
La lentitud narrativa juega en contra más allá de la actitud de retrato sentimental que conjuga la dirección y la parte actoral, es así que, típico de la cinematografía europea, la película se construye en base a cuadros estáticos carentes de ritmo por montaje, recordando mucho al cine de Poromboiu en Policia, Adjetivo (Politist, adjectiv, Rumania 2009), intentando de éste modo reivindicar la figura discursiva de Tarkovsky y su noción del ritmo por acción interna.
La progresión, por más tácita que resulte se encara desde el enfoque a Hans donde la cámara es protagonista, es decir, desde lo narrativo hay un antes y un después desde el cuento de espaldas a la tensión frontal que construye la aceleración del accionar protagonista. Ese cambio de eje retrata entonces una metamorfosis casi imperceptible de las intenciones de Hans Rettenberger, pasando de ser una entidad gélida, casi sin identidad, a una construcción protagonista segura y decidida al vocativo del delito y la soledad.
Basamento de basamento, la adaptación cinematográfica corresponde a la noción de “run for cover” hitchcockiano en el más amplio sentido del término, donde la salida, coartada y pulsión se basan en el estar en movimiento por fuera del correr en círculos que enuncia el caracter en la premisa inicial luego de la secuencia de títulos. Pero escaparse de un presente y destino no es tarea fácil, tanto en lo ficcional, como encasillamiento de la obra, como en la realidad de donde está basada. Por más corrido que resulte y se presente el asunto, la trama gira en círculos desde su avance como desde la actitud de Rettenberger, no denotando así, el por qué de los cimientos en los que se construye el “cuentito”.
Nunca sabremos la motivación del robo, nunca sabremos el por qué del escape al running, ni nunca sabremos por qué otros –basados en hechos reales- funcionan en circunstancias más desfavorables que esta historia.
Claro papel es el que encarna en film en su carácter de festival, desenvolviéndose de la cuestión comercial con maestría, pero no resultando apto para un público masivo que, cada vez más corre en busca de la velocidad de compaginación y de filmes videocliperos a lo Michael Bay.
Completa pero faltante, enérgica pero lineal, veloz pero cansada, Sin Escape correrá por nuestras salas…