Una es fóbica y otra es inmortal, pero el amor al final las cambiará
Agradable comedia romántica. Gabriel (Peretti) viene a pérdida pura: su mujer lo dejó, con el padre no se habla y le ha bajado la cortina a todo plan amoroso. No es amargo, pero anda solo y sin ganas. El único vínculo cercano es con su hija. Vive para la nena. Pero bueno, siempre aparece alguien que le hace desandar el camino. Ella es Vicky (Maribel Verdú), una española luminosa y vital. Se conocieron en la adolescencia y 25 años después se reencuentran. Flechazo y a otra cosa. Todo marcha bien, peor Vicky tiene una fobia: odia los chicos. Y Gabriel, con tal de no perderla, le dice que él es un separado sin hijos. A partir de allí se despliegan los enredos que son parte de las buenas comedias románticas. ¿Qué hacemos con esa hija? La tarea no es fácil, entre otras cosas porque la nena de 9 años -una agrandadita piola, típica hija cómplice de cine- jugará su parte. Lo mejor de este trabajo del interesante Winograd (“Cara de queso”, “Mi primera boda”, “Vino para robar”) es que tiene buen gusto, timing y no ridiculiza a sus personajes. L a historia avanza sin grandes hallazgos pero sin tropiezos y es un producto bien terminado que no es meloso ni forzado, que respeta a rajatablas las leyes del género y que muestra que en el terreno de la comedia romántica, simpática y tierna, el cine nacional viene obteniendo más de un logro. Los actores siempre ayudan: Peretti cada vez se afirma más en ese rol de antihéroe algo confundido y melancólico. Y la Verdú está espléndida. El final es otra apuesta a favor del amor: él recupera ilusiones y ella perderá sus fobias. No es poco.