Una receta conocida, pero con nobles ingredientes
Gabriel (Diego Peretti) es un eterno “casi arquitecto” que está separado desde hace cuatro años. Maneja un negocio familiar dedicado a la venta de instrumentos musicales, pero su vida está dedicada casi exclusivamente a Sofía (Guadalupe Manent, actriz sin experiencia previa y toda una revelación), su querible pero bastante tiránica hija de ocho años que lo maneja como quiere.
Mientras su ex esposa (Marina Bellati) ya tiene nueva pareja (Pablo Rago) y está a punto de dar a luz, nuestro perfecto antihéroe parece haber bajado definitivamente la persiana a las relaciones afectivas (hay al comienzo una cita a ciegas organizada por su mejor amigo que termina en previsible desastre). Pero Gabriel no contaba con la aparición de Vicky (Maribel Verdú, esplendorosa a sus 44 años), un amor platónico de la adolescencia que está de regreso en Buenos Aires. Inesperadamente, todo es perfecto con ella, salvo que… odia a los niños con una fobia digna de un análisis freudiano.
Así arranca esta comedia romántico-familiar dirigida con muy buen pulso y timing por Ariel Winograd, un “autor” de “encargos” y “fórmulas”. Es cierto que el guión de Mariano Vera, basado en una idea original de Pablo Solarz es, en el mejor de los casos, eficaz y no demasiado original (imagínense cosas del estilo Un gran chico, con Hugh Grant), pero el realizador de Mi primera boda y Vino para robar convierte una película “de concepto” en un entretenimiento sumamente disfrutable. ¿Comedia blanca? ¿Estereotipos y clichés diseminados por toda la trama? Puede ser, pero el film tiene una puesta en escena cuidada, prolija y funcional, dos protagonistas con química, buenos secundarios, diálogos y remates dignos de una sitcom (y no es un demérito).
¿Que es demasiado derivativa de las comedias familiares de Hollywood? ¿Que tiene algunas ridiculeces en la trama por exigencias de la coproducción con España? ¿Que Winograd está ya para hacer comedias un poco más incorrectas, desatadas y arriesgadas? De acuerdo en todo, pero eso no quita que -en el contexto del cine industrial argentino actual- productos como Sin hijos sigan siendo una buena noticia.