Odiando Chicos
El director Ariel Winograd tiene una absoluta coherencia fílmica: sabe rescatar el género de la comedia, sus obras anteriores: Cara de Queso (2006), Mi Primera Boda (2011)y Vino para Robar (2013), no son más que genuinas muestras de conocer como brindar al público una propuesta divertida a veces, no exenta de dicho encanto.
Aquí con muy buen guión de Mariano Vera sobre idea de Pablo Solarz, cuenta la historia de un padre separado, que con su hija de 8 años, a la cual dedica toda su energía, tiempo y voluntad, se ve ante la llegada a su vida de Vicky, algo así como un amor no-correspondido, algo platónico desde su adolescencia, a la posibilidad de tener que ocultar a su descendencia, puesto que la hermosa mujer no soporta a los niños. Ni quiere tener propios y mucho menos tener que cuidar de hijos ajenos.
Así el tipo deberá exprimir su sesera para zafar de situaciones azarosas y equívocas, lo cual como en cualquier comedia blanca da para la carcajada y hasta momentos conmovedores (la hija cantando esa belleza de tema de Spinetta con su padre en el festival de rock). De a ratos parece sugerir tambien que los enanos chicos (figurativamente digamos) suelen ser más inteligentes que los mayores, o al menos pueden elaborar mejores razonamientos que los adultos. Bien fotografiada -ese gigante de Félix Monti-, tiene su acertado ritmo y agilidad que la comedia precisa para sostenerse y no ser un bodrio aburrido, y es funcional a los archi-conocidos lugares comunes típicos del género. Pero el filme destaca tanto como las actuaciones de un Peretti siempre insuperable, una Maribel Verdú bella y deseable, los divertidos secundarios que juegan Martín Piroyanski, Fontova, Guillermo Arengo y Pablo Rago, y un debut mayúsculo de la terrible y encantadora pequeña Guadalupe Manent, que literalmente se afana la película.