Sinsentido contado con humor y mucha acción
Este thriller fantástico es bastante original y entretenido, aunque para ser una película sobre una droga ficticia que provoca inteligencia sobrehumana, es demasiado estúpida. De hecho, el principal problema del guión es no explicar mejor las tonterías que hacen sus personajes cuando están en pleno estado de inteligencia extraordinaria.
Bradley Cooper es un escritor fracasado a todo nivel, que un buen día se toma una pastilla que potencia todo su talento y dones adormecidos. El libro que no podía escribir, lo entrega en cuatro dias, aprende a tocar el piano y a hablar en varios idiomas en pocos días, y seduce a la chica más arisca en cuestión de segundos. Pero pronto descubre que la literatura no era lo suyo. Según el guión, si alguien es inteligente, lo único que le puede interesar es hacer mucho dinero en Wall Street, y tratar de obtener poder, convertirse en político con tendencias megalómanas.
De todos modos, la fabulosa droga de la inteligencia sobrehumana tiene bastantes límites, ya que cuando pasa su efecto, el consumidor automáticamente queda totalmente maltrecho y mucho más idiota que en su estado original, a lo que luego hay que sumar espantosas contraindicaciones insalubres. Para colmo, al fabricante de la pastillita lo asesinaron y el stock, mayormente en manos del protagonista, es limitado y buscado a sangre y fuego por los pocos afortunados que la conocen y sufren su espantoso síndrome de abstinencia.
Todo este sinsentido está contado con humor, buen ritmo y mucha acción (las escenas violentas son lo mejor de la película, y a veces parten de la base de que si alguien vio una de Bruce Lee, puede enfrentar a media docena de matones aun siendo un alfeñique que nunca entró a un gimnasio). Para plasmar la visión subjetiva del estado mental del protagonista, el director hace uso y abuso de todo tipo de recursos formales, con algunas imágenes y efectos realmente buenos, como una toma en sinfín de una larga calle con zooms fusionados digitalmente, al estilo «El hombre con ojos de rayos X» de Roger Corman, pero mas high-tech. Otros recursos son tan obvios que dan vergüenza. Y todos ellos, los malos y los buenos, están repetidos hasta el cansancio.
Todo este asunto sobre una droga ficticia podría haber servido como metáfora sobre las drogas que sí existen. Si ésa era la idea, no se nota. Al menos, la película está bien filmada, casi nunca aburre, e incluye buenos actores secundarios, empezando por Robert De Niro, que en su papel de millonario frío e inescrupuloso asociado al nuevo genio de los negocios, logra darle rigor y credibilidad a un par de escenas esenciales para que toda la historia se sostenga.