Al infinito y más acá…
Un escritor (Bradley Cooper), que sufre una crisis de creatividad, prueba un día una nueva droga que lo pone en condiciones de usar al máximo todas sus facultades mentales. Un poderoso financiero de Wall Street (De Niro) siente una extraordinaria curiosidad por averiguar qué se esconde detrás de tanto éxito...
Lo peor que le puede pasar a un escritor es quedarse sin inspiración, y sin plata, y sin amor… Bueno, estas cosas le suceden a Eddie Morra (Bradley Cooper), un escritor frustrado que tiene un contrato con una editora que no puede cumplir porque las palabras no aparecen. Un buen día aparece su ex cuñado y de casualidad le regala una nueva droga (o mejor dicho psicofármaco) llamada NTZ que promete permitirle utilizar el 100% de su capacidad mental. A partir de ese momento su vida cambia por completo, y así también la película. En un giro destacable del director Neil Burger (El Ilusionista) el mundo se vuelve más brillante para Eddie (y para nosotros) y comienza esta nueva experiencia mental y física.
Lo más destacable sin dudas es la estética del filme, permitiéndonos extasiarnos con esta nueva droga y al mejor estilo “Requiem para un sueño” degustar un poco de estas sensaciones hasta sentirnos parte. Sin embargo, en esta vorágine de imágenes el director no logra mantener el hilo final de la historia y cae en facilismos que nos recuerdan a otras películas como “Crank” o “¿Qué paso ayer?”.
Por otra parte, la película cuenta con la brillante participación de Robert De Niro, quién con sus esporádicas apariciones logra mostrarnos que su sola imagen basta para hacernos creer el personaje que se proponga. Una buena propuesta, con un interesante desafío, buenos efectos visuales y actores acordes a sus papeles, un filme entretenido que desafortunadamente no termina de definir su género cinematográfico.
Sin embargo, debo admitir que no esperaba absolutamente nada de este filme y, por ende, no pudo desilusionarme. Es por eso que lo más recomendable a la hora de abordar “Sin Límites” es justamente eso, sentarse a disfrutar y permitir que la película nos sorprenda. Vale la pena, de vez en cuando, simplemente entregarse a este tipo de ofertas hollywodenses.