Ladrón de mi cerebro
Un escritor sin inspiración (Bradley Cooper) cae en la depresión, el abandono, subsiste en condiciones penosas y es dejado por su novia (Abbie Cornish). Hasta que un día se cruza con un dealer que le ofrece una droga sintética aún en etapa de estudio que permite aprovechar el 100% de la capacidad cerebral (es decir, todo lo que hemos leído, escuchado, aprendido alguna vez). Así, de golpe, se transforma en una suerte de superhombre no sólo capaz de terminar su postergada novela en cuatro días sino de convertirse en un genio de las finanzas. Semejante ascenso no pasará inadvertido: lo contactará el multimillonario (Robert De Niro en pilóto automático), pero también lo perseguirán empresarios rivales y mafiosos rusos. Y la contracara, claro, no será tan esplendorosa.
Lo que sigue es un thriller psicológico de ritmo vertiginoso (es como estar subido en una montaña rusa) y de ambicioso despliegue visual con no pocos elementos que remite a El Origen. El film atrapa y, por momentos, hasta entusiasma. Decae un poco al final y, quizás, el desenlace no sea del todo convincente, pero Neil Burger (El ilusionista) sabe cómo filmar un guión ingenioso y el nuevo galán on fire que es Bradley Cooper (uno de los protagonistas de la saga ¿Qué pasó ayer?) resulta un héroe a la altura de las circunstancias. No es la octava maravilla, pero en el contexto del Hollywood actual bien puede hablarse de un más que digno producto. Incluso hasta de una bienvenida sorpresa.