Le alcanzó con haber sido el Dude de El gran Lebowski para transformarse en actor de culto, megaestrella de la cinefilia internacional y a la vez intérprete reconocido. Eso sucedió hace dos décadas y hoy, ya en sus 60, Jeff Bridges se da el gusto de ganar premios, recibir elogios más o menos desmedidos y de paso cosechar luego de una carrera siempre interesante.
En este caso el paso adelante es Hell or High Water, mezcla de western con film de gángsters que nos muestra a don Jeff como el hombre de la ley en un pueblo del polvoriento sur estadounidense. Hasta su región llegan dos hermanos en busca de dinero fácil (efectivos en su cancherismo border Ben Foster y Chris Pine) a través de robos exprés a bancos de la zona, de a uno por pueblo y en todos los casos de la misma firma.
Bridges, en su rol de Marcus Hamilton, pone todo el perfil sureño al asador y logra una composición notable, incluso pese a los recurrentes chistes sobre la próstata, la jubilación y otros tips de estos años a los que recurren los guionistas de Hollywood cuando tienen en un elenco a algún veterano de la actuación.
La trama avanza entre los tiros y frases de hermanos de sangre que se lanzan los ladrones y las picantes conversaciones del sheriff Marcus con su compañero, el oficial Alberto Parker (el actor de origen comanche Gil Birmingham). Así es que se llega hasta un potente clímax en tiempo de balas repicando en el piso y pegando de lleno en el blanco del cine de género.
David Mackenzie, director que viene de producciones casi independientes para los presupuestos habituales de Hollywood, se revela aquí como un realizador de pulso firme, que se lleva bien con el clima polvoriento y planta personajes bien delineados en pantalla. Y la intensidad la pone en desdibujar líneas morales, lo cual, sin mayores brillos, le suma a la trama y al resultado general.
Bonus track: el film tiene 4 nominaciones al Oscar; Mejor Película, Mejor Guión, Montaje y Mejor Actor Protagónico (Jeff Bridges, serio candidato).