Sin nada que perder: No hay lugar para los débiles.
Se estrena otro de los films nominado a los Oscars 2017. Una película con mucho humor negro y una visión descarnada del oeste americano actual.
Si el título de esta reseña alude al film de los hermanos Coen del 2007 es porque es apariencia es similar al otrora cuento descarnado y voraz sobre personajes salvajes. Y aquí también los hay, aunque con una impronta de humor negro que enmascara un guión dramático, inteligente y de corte crítico social.
Dos encapuchados han asaltado la sucursal local del Texas Midland Bank en un pueblito aislado de Texas. A los pocos minutos ocurre lo mismo en otra sucursal del mismo banco. Los responsables son los hermanos Tanner y Toby Howard (un maravilloso Chris Pine y Ben Foster, respectivamente), los cuales se encuentran en un furioso tren de saqueo, y planean robar mas locales del Texas Midland Bank en los próximos días. Es que el banco está renovando sus sistemas de video de vigilancia y por ello no quedan registrados en ninguna cámara. Pero el hecho no pasa desapercibido para el veterano Ranger Marcus Hamilton (un Jeff Bridges metiéndose en la piel de una cowboy viejo pero con todas las mañas del oficio), quien olfatea cuál va a ser el próximo golpe de los Howard. Cuando los robos tranquilos de los hermanos se transformen en un tiroteo en medio de la ciudad, Hamilton estará listo para darles caza de manera implacable.
Quizás la traducción del título original (Hell or High Water) de a entender un poco más la trama y las metas de los personajes: “Aunque llueva o truene”. Es que estos hermanos criminales harán todo lo posible por cumplir su cometido, y la pareja de oficiales de la ley harán lo propio por capturarlos y encerrarlos a la sombra. Todo en el marco de un western moderno, gracias al magnífico guión de Taylor Sheridan, responsable del libro de Sicario (2015) y la partitura de Nick Cave y Warren Ellis quienes nos transportan a las zonas áridas de Texas y sus persecusiones de bandidos al son de la música country que no para un segundo, así como la historia. Una historia que teje sus redes a partir de los personajes, tan contenidos que en un momento la explosión de lo reprimido culmina en un clímax crudo y sin concesiones, llevándose con él el clima somnoliento que se venía sosteniendo como un ensueño de muchos, pero el derrotero de prácticamente todos.
La historia que gira entorno a dos hermanos de clase baja, toca el tema de como las petroleras y los bancos se fue quedando con las propiedades de la población luego de la guerra que los estadounidenses le declararan a Medio Oriente y que dejó tantas bajas fuera como dentro del país. Sobre todo en lo económico, y por ende, en lo social.
Jeff Bridges vuelve a deslumbrar con un papel a su medida, un Ranger malhumorado, de buen corazón y bastante sabio. Gil Birmingham es el compañero mitad indio y mitad mexicano que tiene que aguantar las bromas del viejo perro policía, pero que funciona como hermano menor y que mantendrá el legado de la ley. Un poco de esto se refleja en la relación de los hermanos interpretados por Ben Foster y un Chris Pine nunca antes visto, un papel que enaltece su performance y destaca sus vetas de actor dramático. Estos cuatro personajes conforman un espejo y una antítesis perfecta en la que se desarrolla esta historia donde Mackenzie brilla en el manejo de los planos (basta ver y enamorarse del plano secuencia inicial). En algunos países el film se nombró Comanchería. Hay una escena en un casino donde el personaje de Chris Pine tiene un entuerto con un descendiente de Comanches, y éste le significa el término Comanche: “Enemigo de Todos”. Y claro que sí, cuando no tenés nada que perder y tu vida se va, literalmente al tacho, TODO EL MUNDO ES TU ENEMIGO.