Sin rastros es esa clase de película clase B sin difusión que suele estar perdida en plataformas de streaming como Amazon y Netflix y en este caso por milagro divino de la distribución encontró un hueco en la cartelera comercial.
El actor Peter Facinelli, quien suele aparecer a menudo en series de televisión (Nurse Jackie, Supergirl) y es más conocido por su participación en la saga Crepúsculo, ofrece un intento de thriller psicológico que representa su segunda obra como director.
La premisa argumental evoca por momentos a Prisoners, un film del mismo género que protagonizaron hace unos años, Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal.
La diferencia es que aquella obra contaba con la dirección de un gran realizador como Dennis Villeneuve, quien suele tener un gran dominio del suspenso y por lo general le aporta una mayor complejidad emocional a los personajes que protagonizan sus historias. Facinelli, quien parece más interesado en seguir los pasos de M.Night Shyamalan en su etapa decadente, no se encuentra en la misma categoría y por eso tampoco se le puede exigir demasiado a este film.
Se trata de una producción independiente sin personalidad que intenta construir un thriller con un exceso de lugares comunes que la vuelven demasiado torpe y predecible.
Sin rastros comienza con una sólida presentación del misterio y tanto Thomas Jane como Anne Heche llevan adelante sus roles con dignidad, pese a que no se percibe demasiada química entre ellos.
Lamentablemente el relato luego se vuelve frustrante cuando el director apela a generar suspenso con situaciones inverosímiles que confluyen en un giro sorpresivo decepcionante. El resultado final es un producto olvidable cuyo visionado está más para la televisión que una salida al cine.