Por suerte para el público cinéfilo, el cine argentino más industrial sigue apostando a películas de género, que no subestiman al público, pero que tampoco se pasa de intelectual y elitista. Como lo fuera El secreto de sus ojos (salvando las distancias, claro), Sin retorno se encuentra en ese ideal término medio.
Matías (Martín Slipak), un prometedor estudiante universitario, atropella a un joven en medio de la noche. En vez de socorrerlo, huye y finge que nada sucedió. La víctima muere y la sospecha recae sobre Federico (Leonardo Sbaraglia), un ventrílocuo que había tenido un roce con el muerto debido a que piso su bicicleta. Ese será uno de los equívocos y mentiras que afectará a los protagonistas de la manera más terrible.
Mezcla de drama con thriller, Sin retorno es la ópera prima de Miguel Cohan, otrora asistente de dirección de Marcelo Piñeyro. Cohan —quien escribió el guión junto a su hermana— tiene un estilo de contar clásico, sin adornos (“en un tono realista y seco cercano al realismo norteamericano de los años 70”, contó él mismo), explicando y callando según corresponda, con un interesante manejo de la tensión y del sentido de la elipsis, sobre todo en un momento muy específico.
Pero el punto fuerte de la película está en las actuaciones. Leonardo Sbaraglia sigue demostrando que le gustan los riesgos. Aquí compone a un hombre común al que las circunstancias lo llevan derecho al infierno, del que logra salir convertido en un individuo con prioridades algo oscuras. Como dos interpretaciones del mismo personaje. Junto a Nazareno Casero, Martín Slipak es EL actor argentino de menos de treinta años. Esta vez le toca un rol cercano al Raskolnikov de la novela Crimen y castigo, un ser atormentado por la culpa pero incapaz de aceptar las consecuencias de sus actos. Luis Machín y Ana Celentano encarnan a sus padres, quienes son capaces de cruzar los límites para cuidar a su hijo y, sobre todo, preservar el status quo (de aquí se desprende una crítica a la clase media y sus valores). Arturo Goetz y Daniel Valenzuela aparecen en papeles mínimos pero importantes. Por el lado de España (el film es una co-producción, por lo que es lógica la presencia de un actor o actriz de nacionalidad española), Bárbara Goenaga interpreta a Natalia, esposa de Federico. Y hablando de Federicos, no podemos olvidarnos del inoxidable Federico Luppi, quien le pone el cuerpo y el alma al padre del muchacho asesinado; un hombre que, en su búsqueda de justicia, llega a cometer un gran error.
Sin retorno es una muy buena muestra de que en este país se pueden hacer muy buenas obras de género desde una estructura industrial. Que una buena historia bien contada atrae al público. Además, la película es perturbadora porque lo que sucede en ella puede pasarnos a cualquiera de nosotros.