Cuando el guión juega de villano
Es sabido que El proyecto Blair Witch fue una de las películas icónicas del cine de terror de las últimas dos décadas. Esto dicho no necesariamente por su calidad, sino por la replicación posterior de su estilo: cámara en mano, relato en primera persona, pátina formal de documental, la fuerza de lo sobrenatural condicionando a los protagonistas y la reutilización de un material supuestamente auténtico, cuya intención inicial no era ser lo que finalmente es, son algunas de las características vistas allí y, desde entonces, en decenas de películas de diverso calibre, con la saga de Actividad Paranormal como referente reciente. En plena era de refritos, secuelas y lisos y llanos afanos, debe agradecérsele a Sin señal su sinceridad para jamás esconder sus intenciones de convertirse en un exponente tardío y argento de esta vertiente del género.
Dirigido por el debutante David Sofía, el film sigue a un grupo de filmación (técnicos y un arqueólogo) durante su excursión a una isla alejada de la civilización. El objetivo es rodar un documental sobre una comunidad precolombina. Mejor dicho, sobre cómo y por qué esa comunidad convirtió ese lugar en un terreno de exterminio. ¿La teoría? Debido a supuestas fuerzas extrañas que enloquecían a los visitantes. La idea es, además, usar una cámara para captar todo lo que ocurra detrás de escena. ¿Por qué? Difícil atribuirle una razón dentro de la lógica interna del film, pero lo cierto es que sin esa vuelta de guión no habría película. Las cosas comenzarán a complicarse rápidamente cuando la cámara principal se rompa, quedando la originalmente secundaria como única alternativa. La orden del director es clara: nunca deberá apagarse. Todo predispuesto, entonces, para que comience la cacería.
Narrados con solvencia y conocimiento del género, los dos primeros tercios de Sin señal suman situaciones que progresivamente marcarán dislates y quiebres en el grupo y, con ellos, el reposicionamiento de los integrantes en distintos escalafones de poder. Los problemas surgen en la última parte, cuando el film desplace su atención al revelamiento de los mecanismos detrás de lo sobrenatural, poniéndole nombre y apellido a lo que hasta entonces era sugerido. Así, Sin señal termina siendo víctima de uno de los peores villanos del cine de terror de los últimos años. Villano que paradójicamente no está en la pantalla, sino en un guión dispuesto a explicarlo todo.