Todavía tengo la boca abierta… y ésa es una sensación muy rara tratándose de un filme de 007. Si hay algo que caracteriza a la saga es su falta de sorpresas – vamos!: James Bond siempre triunfa! – pero, cuando se ha despachado con alguna, ha sido tan impensable como shockeante. Pero lo que Cary Fukunaga ha cocinado acá… rayos… el tipo no ha tenido empacho en quemar todas las naves que pudo con tal de generar un Bond épico, apasionante y completamente inesperado. Si seguimos el paralelismo con la trilogía de Batman de Christopher Nolan – Casino Royale fue James Bond Begins; en Skyfall el héroe se enfrenta a un genio criminal amoral, invencible e imparable al estilo del Guasón de The Dark Knight -, entonces Sin Tiempo Para Morir es Batman: El Caballero de la Noche Asciende. Cierra el ciclo, humaniza al héroe, le exige un sacrificio monumental. Aplausos para Fukunaga, bombos y platillos para Craig. Este es un titulo formidable y la mejor despedida posible para el mejor actor que tuvo la saga en sus 59 años de vida.
Basta escuchar a Hans Zimmer refrescando los acordes de Tenemos Todo el Tiempo del Mundo – de la banda sonora de Al Servicio Secreto de Su Majestad – para darse cuenta de que éste va a ser un filme Bond diferente. 007 ya no es el tipo joven, temerario e infalible que era; ahora es un guerrero veterano, curtido, letal pero doblegado por el peso de las heridas de un pasado oscuro y tortuoso. Su última chance de felicidad en la vida reside en Madeleine Swann – bonita, inteligente, tan expeditiva como él -. Cuando el peligro toca la puerta de 007 queda visto que la paz no es para él – mucho menos, una vida normal – y decide expulsarla de su vida con tal de poder protegerla. Intervalo de cinco años y nos encontramos a James Bond retirado en Jamaica. Claro, no existe el retiro para los agentes secretos veteranos y, cuando pensaba que estaba afuera, Felix Leiter lo vuelve a meter en el ajo. Y sí, es algo que tiene que ver con el pasado de Bond, con Blofeld y toda la matufia de Spectre. Solo que las cosas no salen como lo esperado. ¿Quien es el nuevo jugador que ha entrado al juego, ha pateado el tablero y ha cambiado las reglas?.
Lo primero que uno descubre es que el director Cary Fukunaga es un Bondfilo de sangre. El tipo mete referencias sutiles de todo tipo de personajes y títulos anteriores de la saga a través de retratos, referencias musicales, mecánicas de escenas – no es esa cosa alevosa que Lee Tamahori vomitaba en Otro Día Para Morir -. Incluso se da el lujo de tomar ideas que estaban en las novelas de Ian Fleming y que fueron descartadas en sus adaptaciones a la pantalla grande – como la base del texto original de Solo Se Vive Dos Veces donde Blofeld se volvía loco, adquiría un castillo en Japón y lo plagaba de plantas venenosas para que se transformara en el paraíso de los suicidas… oh, sí, el dichoso Doctor Shatterhand (concepto que circuló durante décadas en los borradores que circulaban por EON) al fin pudo llegar a la pantalla de plata -. Por otro lado se dedica a purgar toda la porquería que supuso insertar con calzador a Spectre – y la idea de los megalomanos deseosos de dominar al mundo – en la saga de Daniel Craig. Desde que el rubio está a cargo, el perfil de la franquicia pasó por otro lado – uno mas realista, violento y personal – y lo de Spectre fue un anacronismo que solo te hacía crujir los dientes. Fukunaga le pasa el trapo a ésa y muchas cosas mas, y le da oxigeno a Craig para que se sienta a sus anchas con el personaje. Craig – que figura como productor y creo que es la primera vez que pasa algo así en la saga – mete bocadillos a lo loco, rebosa carisma, se muestra vulnerable y se divierte como nunca con el rol. Imposible ver a otro actor histórico de la saga hacer lo que hace Craig con el personaje, ya sea decir te amo con profunda emoción o moquear sobre lo violenta y cruel que ha sido la vida que ha elegido.
Ciertamente todo se ve mucho mas aceitado en Sin Tiempo Para Morir. Los estables del elenco se comportan como una troupe que se conoce desde hace siglos. Hay nuevas incorporaciones – Lashana Lynch (que recién caigo que era la amiga de Brie Larson en Capitana Marvel), la cual es cínica y letal… aunque le suponga un problema constante al camarógrafo ya que no sabe cómo disimular el trasero panorámico que posee (algo similar le ocurría a Teyonah Parris en WandaVision!); Billy Magnussen, un tipo que siempre hace de nardo en comedias y que acá se revela como un tapado -… y hay un villano que se siente mas como un Deus Ex Machina del libreto – para probar la humanidad de Bond – que como una entidad con personalidad y propósito propio. Rami Malek no está mal pero tampoco va a figurar en el top ten de nadie. Y, honestamente, no termino de entender la filosofía de toda su causa.
Es posible que mi hambre por la aventura me haya engañado el estómago pero lo cierto es que nunca sentí el peso de las 2 horas 30 que dura el filme. Es cierto que el tercer acto se siente forzado e innecesario – ¿era necesario secuestrar a alguien? – pero tiene tanto ritmo y adrenalina que uno se deja llevar. Craig es un lujo por donde se lo mire – es una lástima que el vestuarista haya decidido ponerle ropas de viejo todo el tiempo – y uno lo va a extrañar horrores. El tipo vino de la nada, se comió el odio de todo el mundo y los dió vuelta a su favor hasta el punto que hoy todos vamos a llorar su partida de la serie. Es cierto, no le tocaron los grandes éxitos de la serie – ese honor le corresponde a Connery – pero le devolvió la dignidad y el perfil adulto y, sobre todo, su personalidad terminaba por salvar los inventos mas rebuscados y las ocurrencias mas flojas de los filmes que protagonizó. Y con Casino Royale, Skyfall y éste se ha anotado tres de los mejores filmes que ha dado la franquicia en las ultimas decadas. Un grand finale para un intérprete exquisito que restauró la fe en la saga.