La primera imagen que entregó Daniel Craig personificando a Bond en Casino Royale (Martin Campbell, 2006) inmediatamente nos dio la premisa de que las cosas habían cambiado, que el nuevo 007 no era un personaje refinado como lo había sido Pierce Brosnan o un alivio cómico de sí mismo como lo habían construido en las películas de Roger Moore. El Bond de Craig seria cosa seria, un personaje frio, sin miedo a ejercer violencia y a veces temperamental, explosivo. El nuevo Bond se diferenciaría de los anteriores 007 por el hecho de parecer peligroso. Las anteriores versiones de Bond oscilaban de lo acartonado y monótono a la sátira, tal vez solo el Bond de Timothy Dalton daba cierta sensación de peligrosidad propia de un agente con licencia para matar. Debo decirlo nunca fui fan de 007, hasta la aparición de Craig encarnando al personaje y no solo por el aspecto fuerte del actor sino también por la forma en que se construyó el personaje: seguro de sus habilidades y un poco más dispuesto a cuestionar las reglas.
Bond a diferencia de las películas anteriores a la etapa Craig era un personaje que vagaba por diferentes historias random, sin tener un hilo conductor o un sub plot que le diera forma a la historia y le permitiera evolucionar a los personajes. Desde Casino Royale y Quantum of Solace (Marc Forster, 2008) la serie comenzó a tomar una forma que si bien explora distintas temáticas que van desde la explotación de los recursos naturales, la intervención imperialista en países en desarrollo, al cuestionamiento de la idea del héroe y siempre subyace por debajo de la historia la soledad y el desamor, convirtiendo en personaje omnipresente a Vesper Lynn, aquel amor que le rompiera el corazón a Bond en Casino Royale; sí, es cierto Bond sigue saltando de una aventura amorosa a otra pero por debajo de esa sexualidad exacerbada existe un corazón que busca ser curado algo que hasta ese momento no se había explorado y que le da más profundidad y humanidad al personaje.
Es en Skyfall (Sam Mendes, 2012) donde Bond se ve enfrentado a la idea de ser una herramienta descartable para el sistema que el mismo protege, también es en esta película donde nos permiten conocer un poco más sobre el pasado del personaje. Esa temática nunca fue tratada antes ya que las películas previas a esta etapa no construían personajes. Los personajes eran puestos en función de la trama, pero sin ningún background, Q solo era un personaje que construía un gadget, pero no tenía ninguna historia que lo respalde. Los personajes secundarios de la serie solo llenaban espacio más no construían una trama propia, si bien la construcción de personajes se venía realizando desde la primera película de la saga protagonizada por Craig, es en la tercera película donde se nos permite una exploración sobre la relación de Bond y M (Judy Dench) se debe entender entonces que la etapa de Daniel Craig como 007 es la etapa adulta del personaje ya que la historia no se centra solo en las tramas sino también en construir a personajes.
Si bien se debe entender que la historia menos construida y menos definida de esta etapa es aquella que se cuenta en Spectre (Sam Mendes, 2015) está claro que esta es la historia que debía presentar un poco más del pasado del protagonista al mismo tiempo que debía dejar una suerte de legado para lo que vendría después y eso es lo que hace ya que es desde esta película donde se comienza a construir No time to die (Cary Joji Fukunaga, 2021) la última entrega con Craig como protagonista. En esta película el director utiliza viejos hitos de la saga como ser los gadgets, la temática apocalíptica y la definición de un buen villano con un propósito y un objetivo definido que va develando de a poco que transcurre la trama. Fiel a la temática de la saga de Craig nos encontramos con protagonista dañado y taciturno que debe entrar en acción para ayudar a un amigo en un mundo que parece haberlo dejado atrás.
La última película de bond nos lleva a un mundo en el cual las organizaciones delictivas compiten entre sí y en el cual el rol de las organizaciones de inteligencia es necesario para establecer un orden necesario para evitar la aniquilación. Si bien sigue sobrevolando la idea de que el intervencionismo imperialista lleva a construir más violencia de la que en teoría quieren evitar en esta historia la CIA y MI6 tienen un costado heroico que, aunque es ambiguo es heroico al fin, esto es ficción, no nos olvidemos de eso. La trama nos cuenta nuevamente sobre la creación de un arma biológica capaz de acabar con la humanidad de caer en las manos equivocadas, y como es obvio cae en manos equivocadas, convirtiendo a Bond y 007 en las únicas personas capaces de evitar el desastre.
En Sin tiempo para morir Bond debe unir fuerzas con la agente Nomi (Lashana Lynch), la nueva 007, quien intenta evitar que el científico creador del arma sea capturado por la organización Spectre, pero en el camino se encuentra con un cambio en sus planes debido a la aparición de un nuevo villano, Lyutsifer Safin (Rami Malek) que está involucrado con el pasado de la Doctora Swan (Léa Seydoux). A partir de ahí la historia se vuelve una suerte cliché que aun así guarda una que otra sorpresa.
En esta película, más que en cualquier otra, es lo sentimental lo que motiva a Bond, no presenta a un personaje sensible que transmite una tensión que permite empatizar con el. La inclusión del personaje de Lashana Lynch termina haciendo mucho menos ruido del que algunos esperaban ya que su inclusión como la nueva 007 es orgánica y no le roba protagonismo a Bond, pero al mismo tiempo es el apoyo necesario que el personaje necesita para la misión. El guion de Fukunaga se centra en darle valor a lo que ha convertido a James Bond en un clásico por lo cual juega con cosas como el auto lleno de trucos o el reloj multiuso al mismo tiempo que incluye a los compañeros de bond en la aventura, es decir Moneypenny (Naomie Harris) deja de ser un adorno y Junto a Q (Ben Whishaw) permiten el avance de la trama.
Fukunaga hace uso de todos los recursos visuales de los que dispone creando escenas que desde lo técnico uno podría decir que carecen de defectos, pero no solo lo visual está bien construido ya que el sonido y la música también son elementos narrativos bien incorporados a la trama.
Fukunaga Juega con un guion que a pesar de las obviedades propias del genero de espías es dinámico y bien construido, dándole peso a las escenas de acción y cierta intensidad a las escenas dramáticas. Sin tiempo para morir es una película que despliega sus músculos, que deja bien en claro que es una superproducción, pero no es una orgia de explosiones y escenas de peleas, es más bien una película que está equilibrada y que en cada una de sus escenas nos permite el disfrute de la historia que nos está contando. Es una película que usa todos los tópicos del género y en eso debo referenciar las escenografías que de alguna manera nos presenta una historia cosmopolita que va desde Noruega a Jamaica, en este punto vale destacar la construcción de estos escenarios ya que juegan al igual que el sonido como elementos de narración.
La última película de Craig como Bond nos hace notar que queda un espacio muy difícil de llenar no solo por el intérprete sino también por el tono un tanto más maduro y con un enfoque más profundo sobre los personajes que se le dio a esta saga.