El final de una era
Bond, James Bond, vuelve en su película número 25 y capítulo final de la era Craig.
Proyectada para estrenarse en abril del año pasado y luego de luchar contra la huelga de guionistas, el cambio de director y una pandemia mundial que cerró las salas y atrasó todas las producciones en curso, llega al fin, 007: No time to Die, la película número 25 de la saga y quinta y final de la era estelarizada por Daniel Craig.
Luego de la salida del célebre Danny Boyle por diferencias creativas, la dirección de este proyecto recayó en Cary Joji Fukunaga, el cual llevó el proyecto a buen puerto y en el que vemos su sello desde la secuencia inicial, con esas tomas de bosques malditos lyncheanos y grandes planos panorámicos de locaciones atmosféricas que ya se pudieron ver en la aclamada serie True Detective, la cual dirigió y co-produjo con Nic Pizzollatto.
La historia retoma desde los hechos al final de Spectre (2015) con Bond y Madeleine Swann (Léa Seydoux) viviendo una idílica vida sin precupaciones hasta que secretos del pasado, como es típico, vienen a arruinarlo todo.
Una nueva amenaza mundial se presenta en forma de un villano entre las sombras, como una tercera facción que libra una guerra secreta contra el sindicato criminal Spectre y que descoloca al MI6 ya que dicho plan fue prácticamente cocinado en sus narices. Bond, luego de un suceso doloroso, se ve obligado a aparecer en escena luego de retirarse sin dejar rastro. El otrora agente frío y sin ataduras ve su perspectiva de la vida cambiar, no solo por las actualizaciones en la estructura del MI6 que pasaron durante su retiro, las lealtades y los secretos inconfesables, sino que ahora tiene algo personal por lo cual luchar hasta su ultimo aliento.
Respecto a las actuaciones, Craig se lleva los laureles, coronando todos estos años de su Bond, áspero y a la vez refinado. Mostrando una veta sensible y de vulnerabilidad que no le conocíamos al personaje, pero que no lo quita de ese pedestal de héroe infalible y letal con los enemigos. Sí es un poco flojo de presencia el villano Satin, interpretado por Rami Malek, ya que la ingeniería y parafernalia de su plan lo supera en presencia (incluso en pantalla) quedando un poco raro y decorativo, al estilo de Jared Leto en Blade Runner 2049 o Tom Hardy con su Bane en El caballero de la noche asciende.
Christoph Waltz repite en una breve pero contundente aparición como Blofeld y es de destacar la breve pero fresca, divertida actuación de Ana de Armas como la novata Paloma, donde también se luce en escenas de acción.
Algo que no puede obviarse (sobre todo por la controversia surgida en el último tiempo) entre las nuevas incorporaciones al cast habitual del MI6 es la de Lashana Lynch como Nomi, la nueva agente 007 asignada durante la ausencia de Bond. Su personaje tiene roces al principio, diálogos y actitudes que podrían haberse vuelto insoportables de no ser que llegan a un punto donde afortunadamente se detienen y empiezan a funcionar en equipo en la misión final.
En definitiva 2 horas 40 minutos, de una trama trepidante, acción sin respiro y tensión hasta el final en una película que corona no solo a Craig como su despedida en la franquicia sino como un punto final (?) en la historia del espía más famoso del cine.