La Space Opera original pide revancha en el cine del nuevo siglo Denis Villeneuve al frente de la difícil tarea de llevar a cabo la adaptación que la novela de Herbert se merece luego de truncos y fallidos intentos. Dune es esa novela de 1965 que consagro al escritor Frank Herbert con el premio Hugo y Nebula, los más importantes referidos a literatura de ciencia ficción (y que dio pie a una saga literaria) pero a su vez, Dune, es ese proyecto de adaptación difícil y maldito, que carga con una versión fallida de David Lynch estrenada en 1984 y precedida por otro proyecto que murió antes de nacer por lo cual adquirió status de leyenda por todo lo que pretenciosamente quiso ser de la mano de Alejandro Jodorowsky a finales de los 70’s. Éste preámbulo tiene todo su sentido de ser contado, ya que el recorrido de Dune como obra a ser adaptada al cine, tiene periplos que ya conforman su propia historia aparte y que ante el anuncio de que Denis Villeneuve iba a ser el encargado de llevar a cabo una nueva versión, hizo que la crítica y los fans del libro se preguntaran: ¿Podrán al fin llevar a cabo una película que le haga justicia a una saga de Herbert con todo el presupuesto y la capacidad tecnológica del cine actual? Un relato con un héroe protagónico en su camino de ascenso y autoconocimiento dentro de un contexto complejo de castas interplanetarias, viajes por el hiperespacio, un imperio galáctico, misticismo religioso y un planeta árido hace que nos venga en mente la afamada primera trilogía Star Wars, la cual junto con Alien, Terminator y Blade Runner, son de esas pocas películas sci-fi de los 80s que al día de hoy podemos decir que siguen siendo creíbles técnica y estéticamente o en su defecto «envejecieron» bien. Pero Dune, pese a que su relato es la génesis de lo que conforma una Space Opera y que fue una de las obras que influyó a George Lucas, en lo que respecta a su encarnación en celuloide no puede decir lo mismo: Dune de David Lynch no solo envejeció mal, nació vieja. Su diseño de producción, estética, escenarios, naves y efectos especiales era lo que se podía esperar de la factoría De Laurentiis luego de lo que fue su versión en cine de Flash Gordon en 1980 (La cual buscaba ser un calco de la estética del comic original y del serial de 1936) Una Dune estéticamente kitsch, poco creíble y sin clima no podía sostenerse siendo contemporánea de todos los filmes de los 80s antes citados. Igual ésta aseveración no es culpar a Lynch, quien hizo lo que pudo en adaptar una historia con un contexto ultra complejo de explicar en pantalla y peleando contra la productora que invadió su control creativo. Lynch luego de esa experiencia juró y perjuró nunca más hacer proyectos donde él no tenga el control total. Tal es la vergüenza que aún siente Lynch ante Dune que cuando se estrenó una versión extendida para TV, la cual dura casi 3 horas, no quiso estar acreditado ni como autor del guion adaptado ni como director, usando los pseudónimos de Judas Booth y Alan Smithee respectivamente (siendo éste último célebre por su uso cada vez que un director no queda conforme o está en conflicto con la productora y no quiere quedar pegado) Entonces, sabiendo que las comparaciones son odiosas, volvemos a la pregunta inicial: ¿Podrán al fin llevar a cabo una película que le haga justicia a una saga de Herbert con todo el presupuesto y la capacidad tecnológica del cine de hoy? La respuesta los sorprenderá. En Dune (2021), Villeneuve tiene el tablero ideal para jugar a lo que sabe, a usar sus recursos de ritmo, clima, atmósferas y tonalidades. Si bien se le critica que a veces peca de narrativa tan contemplativa que roza lo lento y que hace que sobren minutos en el metraje (Blade Runner 2049 es un caso) no peca de ser pretencioso hasta la pedantería como suele pasarle a Nolan. Esa cosa áspera, cruda y tensa que vimos en Sicario (2015) la encontramos en cómo el director retrata a los Fremen, los humanos nativos por adopción del planeta Arrakis, también llamado Dune y eje de todo el conflicto del film. Acá los Fremen son lo más parecido a las insurgencias de lo que fueron los conflictos de medio oriente en la primera década de nuestro siglo. Combatientes letales y furtivos endurecidos por la vida en un planeta que tiene en sus arenas el recurso más valioso del universo: una droga psicoactiva que expande la mente y permite los viajes en el hiperespacio: La especia Melange. Por la cual dos feudos planetarios, Los Atreides, nuestros protagonistas y los sádicos Harkonnen entrarán en guerra por la administración de su explotación, fogoneados entre las sombras por un imperio central que teme a la casa del duque Leto Atreides, y de poderes religiosos oscuros que vinieron tejiendo un plan hace siglos cuya culminación y propósito apunta al hijo del duque, el joven Paul Atreides, quien tiene visiones y sueños donde junto a la joven Chani se convierte en el mesías prometido de los Fremen y que llevara a la humanidad un nuevo periodo de gloria. La película está estelarizada por nombres de primera línea de la actualidad y entre ellos la actuación protagónica de Timothée Chalamet se destaca por sentirse similar al personaje adolescente de la novela y en pantalla es convincente. Oscar Isaac brinda al Duque Leto Atreides una impronta de autoridad y de héroe trágico hasta su última escena. Josh Brolin encarna un personaje severo que deberíamos volver a ver en la segunda parte y Jason Momoa tiene a su cargo un personaje con bastante carisma y escenas de acción, pero aunque queramos hacer que no nos damos cuenta como en varios de sus papeles, hace de Momoa. El Lado Fremen tiene a un Javier Bardem a la altura de un líder de una casta guerrera y la aparición de Zendaya como Chani por ahora es casi solo anecdótica. Por el lado de los villanos Harkonnen el Baron Vladimir interpretado por Stellan Skarsgård dista del grotesco de su encarnación anterior para ser alguien sádico junto a su sobrino Rabban interpretado por Dave Bautista cuyo papel pareciera ser la síntesis de los dos sobrinos que tiene el Baron pero en un solo personaje. De no ser así es de esperar que para la próxima parte apareciera el otro sobrino, Feyd que en 1984 fue interpretado por el cantante Sting. Una curiosidad del cast es que Charlotte Rampling, quien encarna a la madre superiora de la Orden de las Bene Gesserit, debía encarnar a la madre de Paul en la versión jamás filmada de Jodorowsky. Hans Zimmer vuelve a musicalizar para Villeneuve con un banda sonora inmersiva, épica y solemne, repleta de sonidos árabes y de otras culturas que se conjugan en un tándem efectivo con las imágenes y climas que propone el film. El diseño de producción de esta nueva Dune tiene la solidez, credibilidad y espectacularidad que la versión producida por De Laurentiis (saquemos a Lynch de esto) no logró ni quiso dar. Planos con naves monolíticas y mega ciudadelas amuralladas, dos cosas que Villeneuve dio cuentas de su capacidad para retratarlas en Arrival y Blade Runner 2049, volviéndolo a lograr sumando además escenas con acción bélica, bombardeos y luchas encarnizadas hombre a hombre cuando el conflicto estalla. Los exponentes de la casa Harkonnen acá son seres sádicos, implacables y oscuros con una estética en su diseño como si fueran cenobitas espaciales, muy lejos de la visión grotesca y «pelirroja» del film de 1984. Hay un guiño en este cambio si se tiene en cuenta que en la versión jamás filmada de Jodorowsky, quien fue comisionado por él para diseñar la estética y el planeta de la casa Harkonnen fue nada más ni nada menos que un joven H.R. Giger (y recomendado por el mismísimo Salvador Dali) quien unos años después saltara a la fama por ser el diseñador de Alien, film cuyo guion es de Dan O’Bannon, otro de los colaboradores estrechos de Jodorowsky en el proyecto trunco de filmar Dune. Otra cosa que notoria son esos Ornitópteros que estaban proyectados en ese proyecto trunco buscando ser fiel a las aeronaves usadas en la novela, al fin aparecen en la pantalla y se ven genialmente funcionales, un punto que el fan de la novela va a valorar. Dentro de los cambios que hay en la historia (género de algún personaje o ausencia de otros) y en la manera de contarla, Villeneuve no hace una gran introducción explicativa de los que paso desde el año 6000 hasta 10191 donde se lleva a cabo la historia del film (la novela lo hace, la película de Lynch lo hace y la versión extendida directamente toma párrafos de la novela narrados en off con ilustraciones de fondo). Acá se explica lo suficiente para que el neófito entienda y entre en sinfonía rápidamente con lo que va a comenzar a ver. Lo que para algunos puede ser un punto en contra que atenta a la fidelidad de la obra escrita, cinematográficamente le da más dinamismo para que la historia vaya avanzando, aunque a un ritmo pausado, contemplativo. Cosas que al ojo no educado con otro tipo de cine y domesticado por blockbusters de Hollywood de 2000 para acá no lo va a disfrutar, es mas lo va a sufrir argumentando de manera valida que en sus 2 horas y media solo llega a un punto intermedio de la historia y eso es el punto flojo de la película de Villeneuve, que cubre apenas la mitad de la historia de la versión de 1984 y eso lamentablemente deja un gusto agridulce de decepción y ansiedad por ver la segunda parte lo antes posible, pese a haber visto hasta la fecha la mejor versión de Dune llevada al cine. De eso estén seguros. Para concluir esta reseña y como recomendación y para entender más sobre Dune como fenómeno seminal que derivó en influencia de varias obras que tuvieron mejor suerte y masividad, el documental de 2012 «Jodorowsky Dune» es de visionado cuasi obligatorio. También ayuda ver la Dune de Lynch; sea en la versión que salió en cine o la extendía para TV para poder ir ver la version de Villeneuve y poder sacar conclusiones propias.
El final de una era Bond, James Bond, vuelve en su película número 25 y capítulo final de la era Craig. Proyectada para estrenarse en abril del año pasado y luego de luchar contra la huelga de guionistas, el cambio de director y una pandemia mundial que cerró las salas y atrasó todas las producciones en curso, llega al fin, 007: No time to Die, la película número 25 de la saga y quinta y final de la era estelarizada por Daniel Craig. Luego de la salida del célebre Danny Boyle por diferencias creativas, la dirección de este proyecto recayó en Cary Joji Fukunaga, el cual llevó el proyecto a buen puerto y en el que vemos su sello desde la secuencia inicial, con esas tomas de bosques malditos lyncheanos y grandes planos panorámicos de locaciones atmosféricas que ya se pudieron ver en la aclamada serie True Detective, la cual dirigió y co-produjo con Nic Pizzollatto. La historia retoma desde los hechos al final de Spectre (2015) con Bond y Madeleine Swann (Léa Seydoux) viviendo una idílica vida sin precupaciones hasta que secretos del pasado, como es típico, vienen a arruinarlo todo. Una nueva amenaza mundial se presenta en forma de un villano entre las sombras, como una tercera facción que libra una guerra secreta contra el sindicato criminal Spectre y que descoloca al MI6 ya que dicho plan fue prácticamente cocinado en sus narices. Bond, luego de un suceso doloroso, se ve obligado a aparecer en escena luego de retirarse sin dejar rastro. El otrora agente frío y sin ataduras ve su perspectiva de la vida cambiar, no solo por las actualizaciones en la estructura del MI6 que pasaron durante su retiro, las lealtades y los secretos inconfesables, sino que ahora tiene algo personal por lo cual luchar hasta su ultimo aliento. Respecto a las actuaciones, Craig se lleva los laureles, coronando todos estos años de su Bond, áspero y a la vez refinado. Mostrando una veta sensible y de vulnerabilidad que no le conocíamos al personaje, pero que no lo quita de ese pedestal de héroe infalible y letal con los enemigos. Sí es un poco flojo de presencia el villano Satin, interpretado por Rami Malek, ya que la ingeniería y parafernalia de su plan lo supera en presencia (incluso en pantalla) quedando un poco raro y decorativo, al estilo de Jared Leto en Blade Runner 2049 o Tom Hardy con su Bane en El caballero de la noche asciende. Christoph Waltz repite en una breve pero contundente aparición como Blofeld y es de destacar la breve pero fresca, divertida actuación de Ana de Armas como la novata Paloma, donde también se luce en escenas de acción. Algo que no puede obviarse (sobre todo por la controversia surgida en el último tiempo) entre las nuevas incorporaciones al cast habitual del MI6 es la de Lashana Lynch como Nomi, la nueva agente 007 asignada durante la ausencia de Bond. Su personaje tiene roces al principio, diálogos y actitudes que podrían haberse vuelto insoportables de no ser que llegan a un punto donde afortunadamente se detienen y empiezan a funcionar en equipo en la misión final. En definitiva 2 horas 40 minutos, de una trama trepidante, acción sin respiro y tensión hasta el final en una película que corona no solo a Craig como su despedida en la franquicia sino como un punto final (?) en la historia del espía más famoso del cine.
Más que un "Destino Oscuro", Terminator: Dark Fate es un reboot oscuro. Una película despareja de la cual se esperaba algo nuevo, un paso adelante y no un retelling de la historia original. Después de más de dos décadas (y de tres secuelas de calidad variopinta) los derechos de Terminator regresaron a su autor y director original: James Cameron, quien en los comienzos de su carrera vendió los derechos de lo que sería la obra que lo llevaría a la fama mundial por solo un dólar (!) a la productora Gale Anne Hurd (su segunda esposa) a cambio de que si el proyecto conseguía luz verde por parte de algún estudio, sea él quien lo dirija. El resto ya es historia. Estando demasiado ocupado filmando al mismo tiempo secuelas para convertir a Avatar en una nueva saga de Sci-Fi, Cameron comenzó a articular su participación en otros proyectos en el rol de productor. Es así como con Robert Rodríguez pudo llevar a cabo uno de sus proyectos más postergados a lo largo de los años y que llego a ser, sin lugar a dudas, la mejor adaptación occidental de una obra Nipona en lo que cine de live action se refiere: Alita. Es así como luego de la negociación de derechos entre la productora Skydance y el laureado director, la idea de continuar Terminator Genisys (2015) queda trunca en pos de una nueva historia donde Cameron tendría parte del crédito en el guion; siendo Tim Miller (Deadpool, 2016) el director elegido para el proyecto. Desde el minuto uno el filme se planta como secuela directa de Terminator 2 (1991) y a su vez borra de la existencia cualquier justificación para las secuelas fílmicas que llegaron posteriormente. El sistema Skynet fue vencido hace más de 20 años y el “Judgement Day” nunca sucedió. Pese a esto un nuevo modelo de Terminator, el Rev-9, (Gabriel Luna) es enviado desde el futuro a exterminar un objetivo: Dani Ramos (Natalia Reyes), una jovencita mexicana que lleva una vida común y corriente con su hermano Miguel (Diego Bonetta) y su Padre (Enrique Arce). Al mismo tiempo llega del futuro Grace (Mackenzie Davis), una soldado mejorada cibernéticamente enviada para proteger a Dani, ya que su supervivencia es vital para la resistencia humana en el futuro. En su misión, Grace cruza caminos con una veterana y curtida Sarah Connor (Linda Hamilton) que los ayudará con todos sus medios, ya que reconoce que Dani es la nueva pieza clave para el futuro, así como ella lo fue en 1984. El equipo para esta aventura se completa con un viejo T-800 (Arnold Schwarzenegger) que vive infiltrado entre los humanos y tiene vinculo con el pasado de Sarah. No solo la vuelta de James Cameron es lo que destaca y atrae de esta producción. El regreso de Linda Hamilton después más de 25 años alejada de las cámaras, volviendo a interpretar a la mítica heroína Sarah Connor, es el factor en el casting que le da esa validez como secuela genuina, siendo una evolución más experimentada y hasta amarga de su personaje. Otro abonado es Arnold Schwarzenegger quien interpreta a un T-800 avejentado y que tiene ciertos toques de humor, sin necesidad de caer en el ridículo como en Genisys. Entre las actuaciones de los nuevos personajes se destaca Mackenzie Davis como una digna reemplazante del rol de Kyle Resse, siendo la guardiana del personaje de Natalia Reyes. Gabriel Luna nos da un nuevo Terminator a conocer, un nuevo modelo letal y con nuevas prestaciones a la hora de matar y destruir. Pero pese a que esto es gracias a los FX, su actuación no llega a ser impactante e infundir temor como Robert Patrick y su ya clásico T-1000 en Terminator 2. Lo referido al trabajo de Tim Miller (quien es especialista en efectos visuales además de director) si bien es muy bueno en las secuencias de acción, peca de ciertos momentos desparejos, donde vemos FX en CGI de una calidad bastante pobre y que no cuaja con otras partes del film donde si tiene gran calidad visual y los efectos con la imagen real están genialmente integrados. Otro punto es que las persecuciones en un momento ya se tornan inverosímiles al mejor estilo de las ultimas Fast & Furious y otras producciones visuales contemporáneas, y es ese aspecto visual que hace que Terminator: Dark Fate, luzca como una película de acción mas, sin ese ojo de autor que tenia Cameron. Más allá que hay ciertos planos referenciales que son un calco a escenas de las dos primeras películas, pero que no alcanza para hacer despegar al filme como eso especial y único que pretende ser. Uno de los puntos positivos en la historia es la actualización de la idea de ”futuro” que se tenía en 1984 en relación a lo que es hoy nuestro presente. Llevar parte de la historia a México hace que veamos los problemas reales del presente que en el pasado ni se pensaban como futuro. Un presente donde el tema de la falta de trabajo, la inmigración ilegal, la segregación y los muros son el día a día entre las fronteras del primer y tercer mundo, lejos del futuro post nuclear que muchos imaginaron para nuestros días, en épocas de la guerra fría. Épocas cuando el guion de The Terminator fue escrito. Pero la historia también peca de quedarse en su zona de confort al volver a contar lo mismo de siempre, donde los roles son idénticos pero con nuevos actores. Donde temas como líneas de tiempo alternas fueron mejor manejadas en Genisys, (siendo considerada dentro de las peores secuelas y que mucho se lo debe a su pésimo cast) o aspectos sobre la infiltración de los Terminators que fueron explorados anteriormente en la más que recomendable serie The Sarah Connor Chronicles de 2008 (punto a destacar es que el guionista de esta serie es parte del equipo de guionistas de Dark Fate). Con todos estos factores en contra, este filme hace revalorar a Terminator Salvation (2009), como la única película de la franquicia que salió de su zona de confort y nos mostró una historia que ahora podría funcionar de manera no oficial, como una precuela. Mucho más no se puede contar sin caer en los spoilers, por que mas allá de que estructuralmente la premisa básica es demasiado similar a The Terminator. Los cambios que plantea este filme en todo el trasfondo de la mitología de la franquicia son muy abruptos, tanto que hasta atenta al propósito de los dos filmes originales dirigidos por Cameron. Por eso es tan curioso y hasta decepcionante que el director original esté involucrado en el guion de esta película que parece renegar de su pasado glorioso, todo en pos de esa actual premisa caprichosa de “pasar la posta a la nueva generación”. Y ya sabemos que efectos tuvo esta movida en franquicias históricas como Star Wars, por poner el ejemplo más conocido, donde el fandom está claramente dividido. Es por esto que Terminator: Dark Fate , más que un “Destino Oscuro” es un reboot oscuro, para lo que ya se sabe que va a ser una nueva trilogía. Una película despareja de la cual se esperaba algo nuevo, un paso adelante y no un retelling de la historia original una y otra vez.
Al fin una interpretación occidental que le hace justicia a un personaje legendario del genero Kaiju japonés. Un filme repleto de acción, donde los personajes humanos no invaden el real protagonismo de los Kaijus. Una película donde no solo se hace uso de otros personajes de Toho, sino que tiene referencias que a los cultores del género no se le van a escapar y sentirán a esta producción como la película occidental de Godzilla más solida que hay. Luego de su primera película en 2014, Godzilla regresa al cine en una segunda parte que a su vez conforma el tercer film de lo que Legendary Pictures dio a conocer como el Monsterverse, antecedido por Kong: Skull Island. En dicho universo conocemos a Monarch, una organización secreta que estudia a los Titanes, para prevenir su aparición o llegado el caso, combatir la amenaza. Esta “moda” iniciada por Marvel Studios para generar un universo cohesionado entre películas es una movida jugada y para nada fácil. Puede salir bien como es el caso de Marvel, o puede salir pésimo como en DC o directamente morir en su debut como el ambicioso Dark Universe de Universal Pictures con La Momia en 2017. Dicho esto, el Monsterverse sigue avanzando de manera lenta pero sólida. Cada nueva entrega es un punto más arriba en la apuesta, comenzando con una correcta y más fiel encarnación que la de 1998 de Godzilla dirigida por Gareth Edwards, para luego seguir con una película de acción en un contexto bélico en Kong: Skull Island, redefiniendo al mítico gorila y además sumándolo al universo compartido. Todo este camino nos trae a 2019 y al estreno del nuevo film protagonizado por Godzilla, pero esta vez con adiciones al cast de Kaijus, y no randoms como los MUTO, los cuales fueron inventados para la primera entrega del 2014. Esta vez Legendary adquirió los derechos de Mothra, Rodan y King Ghidorah de la productora nipona Toho, dejando todo servido para una lucha épica de Godzilla contra sus otros rivales, como en los originales japoneses, los que fundaron las bases del género Daikaiju. Luego de Godzilla y su lucha contra los muto en 2014, la agencia Monarch sale a la luz y su papel para evitar tales desastres se pone en tela de juicio. La agencia se defiende y alega que puede evitar futuros ataques, todo gracias a un aparato desarrollado por la científica Emma Russell (Vera Farmiga) con el cual puede replicar frecuencias sonoras y así llegar a un entendimiento con los Titanes que están latentes en todo el planeta. Pero todo termina complicándose cuando un comando eco-terrorista comandado por el ex militar Alan Jonah (Charles Dance) secuestra a la científica, su invento y a su hija Madison (Millie Bobby Brown) para despertar a todos los Titanes y que La Tierra recupere su equilibrio natural. Monarch tiene el tiempo contado para enfrentarse a este grupo eco terrorista y recuperar el aparato, ya que los Titanes despiertan y una lucha entre ellos por la supremacía alfa comienza. Es en ese punto donde Godzilla vuelve a la acción y la extinción de la raza humana depende del resultado de esta lucha entre los Titanes que arrasa con todo a su paso. Más allá de que el papel de Millie Bobby Brown es presentado como el protagonista, hay otros personajes con peso en la historia, como el de Sally Hawkins y el gran Ken Watanabe volviendo a sus papeles como los científicos de Monarch: Vivienne Graham y Ishiro Serizawa. Los demás personajes cumplen su función de manera correcta sin invadir mucho la trama central de lo que se refiere a una película de este género. Si a la peli de 2014 se le criticó que hacía más énfasis en las situaciones humanas y había poca acción Kaiju, Legendary tomó nota para dejar satisfechos a los fans del género en esta segunda parte. Su director Michael Dougherty, que tiene en su haber filmes como Krampus (2015) o la ya de culto Trick ‘r Treat (2007), plantea un film que sin dejar de lado el drama humano y las motivaciones de los protagonistas, hace que la estrella de la película sea finalmente Godzilla. Las escenas de acción y peleas entre los Titanes son de carácter salvaje, no escatiman en destrucción o en planos donde veamos bien a los monstruos. En este aspecto es de destacar el trabajo de Motion Capture de T.J. Storm (Colossus en Deadpool) volviendo a interpretar al Rey. Un punto a destacar es que King of Monsters abreva más en las fuentes, poniendo varias referencias o situaciones que remiten a los filmes originales japoneses de Godzilla (tanto de la era Showa o de la Heisei). El Oxygen Destroyer, La teoría de origen de Ghidora y el mismo personaje de Serizawa, son algunos de los easter eggs que no se le van a escapar a los cultores del género. Aunque el punto máximo y emocionante es escuchar que la música incidental compuesta por Bear McCreary recurre a la pieza musical original de Akira Ifukube de 1954 en los puntos más dramáticos del film. Si son fanáticos, se les va a poner la piel de gallina y alguna lágrima emocionada se va a escapar. Si en Shin Godzilla (2016) el creador de Evangelion dirige una respuesta nipona a la interpretación un poco tibia de lo que era la acción de Godzilla de 2014; Michael Dougherty redobla la apuesta a niveles atómicos y le contesta. Acá los Kaijus no se ven como gente disfrazada o CGI poco dinámico. Acá los Kaijus son animales míticos y salvajes de dimensiones titánicas. Después de Godzilla: El Rey de los Monstruos, el mundo del Monsterverse ya no será el mismo. Los Titanes volvieron a reclamar su lugar, está en la humanidad saber qué papel van a jugar, porque todo está preparado para que en 2020 el Gorila de la Isla Calavera cruce camino con el gran Lagarto, así que es vital quedarse después de los créditos.
Battle Angel: La Última Guerrera llega para coronarse como la mejor adaptación occidental de un manga/anime hasta la fecha, la cual toma lo mejor de la obra original y aporta cambios positivos que la actualiza a nuestros dÍas. Un acierto de Cameron y Rodriguez. Corría el 2000, James Cameron estrenaba su serie cyberpunk Dark Angel (que leyendas urbanas dicen que está “muy inspirada” en la vernácula historieta Cybersix), es en esa época cuando Guillermo del Toro le muestra la obra cumbre del mangaka Yukito Kishiro: GUNNM; conocida en occidente como Battle Angel Alita, Cameron cae fascinado en el acto por el concepto y se propone adaptarla al cine. Es así que desde 2003 el proyecto comenzó un derrotero incierto, siendo pospuesta en pos de otros proyectos, entre ellos el más ambicioso de este director: Avatar, estrenada en 2009 (uno de los años barajados para que Alita se estrene). Es en 2015 donde Cameron (dedicado full time al rodaje simultaneo de las secuelas de Avatar) convoca a Robert Rodríguez para dirigir el film, mientras él solo haría el rol de productor junto a Jon Landau. Al año siguiente la producción tuvo luz verde para comenzar su rodaje. Año 2563, pasaron siglos luego que una guerra de escala global devastara la Tierra. En la ciudad basurero de Iron City, el Dr. Dyson Ido descubre los restos de una cyborg con cerebro humano y decide reconstruirla. Es así como Alita despierta sin recordar su pasado, a una nueva vida en una ciudad que vive de los desechos de Zalem, la única ciudad flotante que logró seguir en pie luego de la guerra y donde solo habita una elite de poderosos que digitan los destinos de los habitantes de Iron City. Alita tendrá que abrirse paso en esta nueva vida difícil, mientras empieza a recordar su pasado y enfrentarse con oscuros intereses que buscan eliminarla, ya que saben quien es en realidad. Si bien este film abreva más en los OVAS de anime (que ya de por sí adaptan y cambian cosas respecto al manga original) y en tomos del manga donde el Motorball se hace presente, no es una mera copia. Toma lo mejor del material inicial producido y aporta cambios positivos para generar una historia más completa, pero que a su vez puede ser continuada. Acá Robert Rodríguez, supo traer ese futuro de visión nipona a lo que consideraríamos un futuro cyberpunk hoy (como lo hace el director Neill Blomkamp por citar un ejemplo) aportando el factor latino, haciendo una Iron City más diversa étnica y culturalmente. El otro acierto de que Rodríguez dirija en lugar de Cameron, es su frescura y frenesí a la hora de la acción. Las escenas donde la protagonista emplea el letal arte marcial Panzer Kunst o en la pista del vertiginoso juego de Motorball, realmente se plasman todas las intrincadas y coreográficas volteretas que se ven en los ovas o en el manga. Y en escenas como la del bar Kansas es inevitable remitirse a From Dusk Till Dawn (1996) del mismo director con estilo inconfundible. El trabajo del cast realmente está a tope de lo que a este tipo de adaptaciones se refiere. Rosa Salazar, hace un trabajo expresivo superlativo, pese a que su personaje es generado por CGI y actuado por medio de tecnología captura facial y de movimientos desarrollada por Cameron. Su Alita es el alma del film, es puro corazón y ternura, pero a su vez es valiente y letal cuando la situación lo amerita. Un personaje protagónico femenino fuerte y natural y sin factores forzados de corrección política que adolecen producciones actuales. ¡Punto extra a favor! Christoph Waltz como el Dr Ido, es la representación más fiel del personaje en carne y hueso, eso sin desmerecer a Jennifer Connelly como Chiren (personaje creado para los OVAS) y al notable Mahershala Ali como el inescrupuloso promotor del Motorball, Vector. Entre otros puntos del cast hay que destacar a actores de películas de culto como Casper Van Dien (Starship Troopers) o Jeffrey Fahey (Darkman III) haciendo pequeños cameos como personajes en el film. Luego de la pésima y olvidable Dragon Ball Evolution y a la tibia (y solo estéticamente fiel) Ghost in the Shell; Alita: Battle Angel, llega para sumarse a ese complicado rubro que son las adaptaciones hollywoodenses de obras niponas de manga o anime, pero logrando por primera vez, ser la mejor adaptación hasta la fecha. Un milagro que solo un legendario realizador de sci-fi como James Cameron y el ojo de un director intrépido como Robert Rodriguez podían lograr. Ojalá esta película marque el rumbo para que otras adaptaciones de Hollywood le pongan el amor y compromiso que se merecen obras exitosas japonesas para lograr cruzar océanos y ser reconocidas en occidente.
Una historia con aventuras, acción y corazón, emulando el estilo de películas de aventuras de la década en la que se desarrolla la historia. Cuando en 2007 Steven Spielberg en su rol de productor se refirió a la primera cinta de Transformers dijo que en el fondo era una historia sobre un joven y su auto. Tuvo que pasar más de una década y cinco películas live action (de calidad cada vez más dudosa) para que esa idea, pura y casi intima e iniciática vea la luz en cines. En 2017, antes del estreno de la quinta entrega de la saga: The Last Knight, Paramount y Hasbro tenían planificadas muchas más películas y spin offs. Pero fue el fracaso de esa quinta entrega, la que puso a la franquicia en estado crítico: Todos los proyectos se cancelaron, quedando solo en pie la película en solitario de Bee, que ya estaba en producción avanzada. Y es así que a finales de 2018 llega Bumblebee, la película que nadie hubiera apostado antes del primer trailer ni después, ya que los fans dudosos (ya temerosos de comer tanta basura de la factoría Bay) no se confiaban de lo que prometían los trailers: una vuelta estética a las raíces y un setup ideal para contar una buena historia; Los 80’s. Cybertron está en la etapa final de su cuasi eterna guerra civil. Los Autobots, al borde de la derrota optan por huir del planeta para juntar recursos y preparar un contraataque para recuperar el planeta de las manos de los despiadados Decepticons. Luego de una última y épica batalla, Bumblebee escapa de Cybertron en una cápsula de escape rumbo a la Tierra para refugiarse oculto, esperando la llegada del resto de su facción. Es así que de manera fortuita cruza su camino con Charlie Watson (Hailee Steinfeld), una joven con 18 años recién cumplidos, muchos sueños frustrados y tristeza en su corazón adolescente. Quien pasa de ser la flamante propietaria de un viejo VW Beetle, a ser la compañera de aventuras del pequeño Autobot, quien es perseguido por la fuerza militar secreta conocida como Sector 7 con su implacable Teniente Jack Burns (John Cena), y por dos implacables Decepticons: Dropkick (Justin Theroux) y Shatter (Angela Bassett) que siguen el rastro de todos los Cybertronianos fugitivos para saber el paradero de Optimus Prime y acabar con los Autobots de una vez, luego de Eones de guerra. Con esta premisa como argumento, uno podría esperar algo similar a lo que ya vio en anteriores entregas de la saga, pero hay que remarcar la labor del director Travis Knight, quien siendo un hombre venido del campo del cine de animación (animador en Coraline, productor de ParaNorman y director de Kubo and the Two Strings) tomó el proyecto como propio, siendo su primer película live action y despegándose de la estética de los filmes anteriores, para basar los diseños de los robots en elementos de la serie animada de los 80s que hoy se conoce como la Generation 1 o G1 (de la cual se declaró fan confeso en entrevistas). Sobre todo en la escena inicial, de la cual los fans más hardcore podrán reconocer guiños al gran videojuego que es “Fall of Cybertron” o a la legendaria película animada de 1986, que sigue siendo aún por lejos, la mejor historia de Transfomers hasta la fecha. Pero el film no se queda solo en lo estético; el guión de Christina Hodson (primera mujer detrás de un guión de la saga) nos presenta una protagonista adolescente solida, creíble, una piba de suburbio con sus problemas de la edad, una pérdida familiar y sueños que quedan en el camino. Lejos, muy lejos del enfoque ornamental y sexista que tenían los personajes femeninos bajo la dirección de Michael Bay o lo insufrible que era Shia LaBeouf como protagonista (ni hablar de los pseudo chistes casi xenófobos en esas películas), Hailee Steinfeld (nominada al Oscar por su trabajo en el western de los hermanos Coen, True Grit) como protagonista pone todo, sentimiento, carisma y emoción. Interpretando a una chica fuerte y de carácter, la cual no se nota como algo impuesto por la corrección política de hoy en día. Acá no cambian un personaje de los 80s a estos tiempos, acá la protagonista vive en los 80’s; con su música, su moda, su cultura popular y hasta con la paranoia de que la guerra fría termine con el mundo. Y si bien el filme peca de clipero por momentos, metiendo varios hits musicales de la época o las ya infaltables referencias ochentonas, acá son legítimamente validas, ponen en clima al espectador joven y llenan de sensaciones nostálgicas a quienes consumieron G1 desde chicos. No estamos viendo otro producto que “roba” con la estética y nostalgia, porque los Transformers son parte de la cultura popular de los 80s. Jorge Lendeborg Jr compone un buen personaje adolescente que ayuda a la protagonista en su aventura y John Cena pese a lo limitado de su actuación, cumple como el humano antagonista que no deja a los protagonistas en paz durante toda la cinta. Las interpretaciones de voz de Justin Theroux y Angela Bassett como el dúo Decepticon antagonista son muy buenas y expresivas acorde con la animación, y escuchar al gran Peter Cullen volviendo a interpretar al estoico Optimus Prime, vuelve a movilizar emociones como en la época de la serie animada. Estamos ante una historia que se aleja del enfoque que tenía Michael Bay de la franquicia. Una película que debía actuar como precuela, pero que luego del fracaso de la pésima Last Knight, ya está ganando su derecho legitimo para ser la punta de lanza de un reboot integral de la saga, gracias a una historia solida, de inicio y de personajes. Una historia con aventuras, acción y corazón, emulando el estilo de películas de aventuras de la década en la que se desarrolla la historia. Todo gracias a la nueva mirada de un director y una guionista que por primera vez trabajan en la saga, dándonos la mejor película live action de Transformers hasta la fecha.
Una entrega fallida de la saga y un film que al mezclar tantos elementos, termina como una película despareja para lo que pretendió ser con un final totalmente decepcionante. Desde su llegada a los cines en 1987, el cazador interestelar Yautja, patentó su imagen de criatura tecnológicamente letal y salvajemente cuasi invencible del mundo del cine, al punto de terminar rivalizando con los Xenomorfos de Alien, tanto en comics de la editorial Dark Horse, como en sendos filmes donde se enfrentaron. Los cuales no dejaron satisfechos a gran parte de sus fans, ya que la mística presente tanto en Predator 1 y 2, no estaba presente. Pasaron unos años y en 2010 se estrena Predators, donde se retoma un poco de la premisa original, además de presentar elementos nuevos para enriquecer lo que sabemos de estos enigmáticos cazadores alienígenas. Si bien es un film digno, pasó sin generar mucha repercusión. Cuando en 2014 20th Century Fox anunció que el proyecto de una cuarta película de la saga empezaba su pre-producción y con la dirección de Shane Black, tácitamente en el fandom se generó un voto de confianza ya que es un director con experiencia en acción. Guionista de Lethal Weapon (1987), Last Action Hero (1993), más un extenso etcétera como guionista y director que incluye Iron Man 3 (tal vez su paso en falso) y a su vez uno de los actores de la entrega original de 1987, interpretando al inefable Hawkins (aquel que leía comics y hacia chistes de vaginas!!!). Durante su pre-producción se barajaron nombres como Benicio de Toro (en el rol protagónico) y del mismísimo Arnold Schwarzenegger, quien volvería con su personaje del film original, el legendario Dutch, pero que declinó su participación ya que solo estaba planeada como un cameo. Finalmente el rodaje se realizó entre febrero y junio de 2017. El film arranca con acción desde el minuto uno. Una persecución entre naves Yautjas termina en la Tierra en medio de una operación de fuerzas especiales, derivando en una masacre con un único sobreviviente que a su vez, por tratar de acreditar lo que vio, involucra de manera accidental a su familia. Este militar termina entremezclado en un grupo de veteranos con problemas mentales para ser desacreditado de lo que vio, ya que una organización gubernamental llamada Stargazer, viene siguiendo los pasos de los Yautjas hace décadas, logrando capturar vivo al Depredador fugitivo para someterlo a experimentos. A su vez su perseguidor, el denominado Ultimate Predator, sigue sus pasos de manera implacable, enfrentándose a los protagonistas y destruyendo todo a su paso con tal de lograr su (misterioso) propósito que se va revelando con el correr de la cinta. Si bien el planteo del plot, el cast, el diseño de producción, la fotografía y los FX lucen prometedores, es la manera en la que están ejecutados lo que genera el punto débil de la película. Las escenas de acción, están bien filmadas, hasta muchos planos y travellings en partes boscosas nos recuerdan a la manera que McTiernan plasmó esa selva interminable en la Depredador original. ¡El gore! Vuelven las tripas, la sangre y desmembramientos. O los easter eggs de las referencias a los hechos de las 2 primeras o de que uno de los científicos de Stargazer (Jake Busey) es el hijo de un personaje de la 2, el cual también perseguía Yautjas, (interpretado por su padre Gary Busey) y que ahora podríamos decir que era la de la misma organización secreta. Y ni hablar cuando empiezan a sonar los ya celebres acordes de Alan Silvestri en muchas escenas. Es ahí, en ese momento, que uno realmente siente que volvió la mística. Que Shane Black volvió a las raíces, que captó la esencia que marcó un hito en el genero de Sci-Fi en los 80s. Entonces, después de nombrar estos aspectos positivos, ¿qué es lo que hace que éste film tenga puntos flojos que afecten a toda la película en sí? El arranque es sólido, hay acción, sangre y un Predator rompiendo gente, armando un primer acto con bastante gancho, pero con el correr de los minutos, los nuevos personajes que aparecen, las situaciones y hasta el tono de la película empiezan a generar una discordancia digna de estar mirando dos películas bien distintas a la vez. La lucha planteada a varios frentes, entre los protagonistas, el Predator y la organización Stargazer, cada uno con sus intereses, es un punto a favor que le quita lo lineal de lo que se podía esperar del film. Pero las situaciones “familia” disfuncional, el niño con autismo con talentos especiales para entender la tecnología Yautja o la escena de “disfraz en halloween” siendo ya un recurso remanido como para dar un link con los 80s a lo Stranger Things, son las partes que parecen estar de más en la película, ni hablar del humor en partes que no van. Punto aparte merece el Ultimate Predator, que pese a su justificación como “un mejorado genético con lo mejor de otras razas”, presenta uno de los diseños más vagos y faltos de imaginación que se vieron, haciendo quedar a los Black Predators, de Predators (2010), como algo más elaborado y coherente. Otro factor negativo que no se puede dejar pasar: la pérdida de todo lo enigmático que envolvía a los Depredadores en una película. Todos esos datos que se fueron dilucidando con el correr de los años, film tras film, para entender sus intenciones y su cultura, acá quedan reducidos a nada cuando podemos ver como hablan de manera subtitulada o ¡usando un traductor! Tanta sumatoria de elementos negativos que van tomando lugar desde el nudo, para llegar a un final realmente decepcionante, casi como si fuera una sátira o una película de bajo presupuesto (revelando el McGuffin con el diseño más horrendo de la historia de Predator, algo tan básico que ni la línea de juguetes vintage de Kenner o el comic más fumado y de relleno de Dark Horse tienen). Es una gran pena que estos factores de guión, diseño y dirección, empañen lo que podría haber sido el regreso a una gran película de la saga. Una pena por el cast, ya que las actuaciones están bien y cumplen. Y es saber que Shane Black esta detrás de esta producción, lo hace que el resultado final sea una decepción. The Predator es por varios factores, una entrega fallida de la saga. Un film que al mezclar tantos elementos, termina como un film desparejo para lo que pretendió ser, haciendo ver a Predators o a la primera A vs P como filmes más sólidos y coherentes con el género y a la franquicia a la que pertenecen.
Una película que queda a medio camino de lo que pretende ser. Es una mezcla despareja de aspectos de varios géneros, y eso le termina jugando en contra, incluso si se es amante de las pelis de tiburones. En 1975, un joven Steven Spielberg cambia el cine de género para siempre haciendo la introducción de lo que sería el terror de los mares contemporáneos y que se sostendría en diversos filmes de toda índole, como ese pánico primal a encontrarse con un tiburón en la playa en la cual estemos vacacionando. Filmes desde las continuaciones de JAWS, pasando por (las ya ahora mas allá del bien y del mal) Sharknado o una de de las que les puso una vuelta de tuerca, Deep Blue Sea, que aportaron a la lista de filmes sobre tiburones, manteniéndolo como el icono del terror marítimo, vivo a través de ya cuatro décadas. 2018, se estrena Megalodón, una producción chino-estadounidense, con Jason Statham en el papel protagónico, encarnando a un intrépido rescatista submarino, que luego de una misión fallida hace cinco años, es contactado para volver a la acción, ya que unos científicos quedan atrapados en un modulo submarino, que explorando profundidades nunca alcanzadas, son atacadas por un Megalodón, un escualo prehistórico que se creía extinto pero que aún vive en esas fosas marinas, hasta el momento nunca exploradas por el hombre. Mucho más del argumento y guion no se puede decir. Está vagamente basado en el primer libro de una saga de novelas del autor de ciencia ficción Steven Alten. Historia que estuvo desde hace 20 años en planes para llevarla a la pantalla grande, yendo y viniendo de productora en productora, de director en director, hasta que el proyecto cayó en manos de Warner Bros. y la productora china Gravity Pictures, con Jon Turteltaub como director (While You Were Sleeping, National Treasure). Si bien el diseño de producción es correcto, los efectos y hasta el CGI son creíbles, esta película peca de querer ser de varios géneros a la vez, presentado al comienzo, un rescate de tripulación de submarino de manera muy dramática, con una tensión digna de una película de acción o de guerra submarina. (Además de que a los hechos locales con el incidente de nuestro ARA San Juan, esta escena, va a hacer que el espectador pueda tener una idea más acabada de lo fue ese drama y su fatal desenlace). Luego de esta intro tan fuerte, con un Statham que ya se muestra como protagonista desde el minuto uno, la película empieza a mutar a un filme de expediciones con un tinte pseudo cientificista, aunque creíble. Pero después, con el correr de las situaciones, empieza a desinflarse de la “seriedad” o “solidez” que pretendía, para empezar a caer en clichés absurdos, donde Jason Statham parece ser el único personaje capaz de hacer lo más peligroso y hasta lo impensado, haciendo uso de su musculoso físico, sin faltar las situaciones con planos que hacen el deleite de la platea femenina. Y ni hablar del las partes donde las situaciones de comedia generan discordancia con el clima de la película, sin negar que son graciosas. La mano de la productora china se nota, no solo en el cast, con varios actores asiáticos (Li Bingbing y Masi Oka, tal vez los que más tengamos vistos de películas y series), sino también con las locaciones donde se desarrolla la acción, ya que pasamos desde las costas de Shanghái hasta playas del sudeste asiático. Más allá del protagónico de Statham, no hay mucho para destacar, los roles de soporte destacan lo suficiente para el funcionamiento de la historia y nada más. Si se preguntan qué tan bien actúa Ruby Rose en esta cinta, simplemente hace de una ingeniera marina con la personalidad de ella misma. Haciendo una comparación dentro de los parámetros en los que esta película se enmarca, se puede decir que si el protagonista hubiera sido The Rock, (remitirse a Rampage a modo de ejemplo) todo hubiera estado dentro de sus propias leyes, lo inverosímil, lo disparatado hubiera sido natural y aceptado, pero es tal vez que Statham, pese a ser un actor de cine acción, tiene otra aura donde uno lo ve más cercano a películas de un perfil más “serio”, bastante alejado de filmes de monstruos. Megalodón es una película pochoclera, que está a medio camino de lo que pretende ser. Si bien es disfrutable para pasar el momento, es una mezcla despareja de aspectos de varios géneros, y eso le termina jugando en contra, incluso si se es amante de las pelis de tiburones.
Una película disfrutable dentro de lo visual y la acción, pero que no llega en historia y desarrollo de la trama a los niveles de la primera entrega, llegando a verse como una película que mezquina todo lo bueno de su antecesora. Todo el éxito y repercusión que tuvo Jurassic World en 2015, dejó a los fans de la saga original y a los recién llegados a la franquicia, con toda la expectativa sobre la secuela que se estrena esta semana en salas de todo el planeta. Si bien los trailers de Jurassic World: El reino caído, mostraron la espectacularidad de los efectos especiales y lo magistral de los dinosaurios animados en CGI, solo se tenía una idea de en qué contexto se ubica el filme, pero no como se iba a desarrollar. Tres años después de los acontecimientos de Jurassic World, con las instalaciones del parque abandonadas y los dinosaurios sueltos, la Isla Nublar entra en actividad volcánica crítica, amenazando la existencia de toda su peculiar fauna. En el medio se desata un debate ético/moral sobre si los dinosaurios (fruto de la ingeniería genética) deben ser dejados a su suerte, a modo de que la naturaleza arregle la alteración que significó la clonación de dinosaurios o si estos gigantescos animales deben ser salvados por lo milagroso que significa su existencia en nuestros días. Con este contexto caótico, gente de InGen al mando del infame Dr Wu (aquel ingeniero genetista que ya vimos en las anteriores entregas) logra rescatar material genético de la Indominus Rex, para generar una nueva especie experimental para uso militar: El Indoraptor. A su vez aparece en escena un ex socio del viejo John Hammond: Benjamin Lockwood, quien estando a favor del salvataje de los dinosaurios, encomienda la misión de rescate a los protagonistas Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) quienes vuelven a reunirse para esta aventura. El elegido por el productor Steven Spielberg para dirigir esta entrega fue el español Juan Antonio Bayona, un realizador especializado en cine de género con cintas como El Orfanato y A Monster Calls. Claramente se nota mucho su impronta en The Fallen Kingdom, con escenas donde existe una tensión narrativa y manejo de cámara digna de un filme de terror. El guión se encuentra a cargo de Derek Connolly y Colin Trevorrow (El director de la anterior entrega) y si bien nos dan una historia entretenida, peca fuerte de estar fragmentada en dos partes de manera muy notoria. Esto le juega en contra por toda la espectacularidad visual y de acción presente en toda la saga que lamentablemente en esta entrega no se vio. Acá no hay parque que conocer, ni mucha isla que recorrer y los dinosaurios, pese a no ser los personajes centrales en las tramas, quedan en segundo y hasta tercer plano. Con solo decir que no hay ninguna escena de pelea entre ellos donde se alcance los niveles épicos como en la pelea final de Jurassic World, esta todo más que dicho sobre la impronta de lo que se quiere narrar en esta segunda entrega y es este aspecto de componente “episódico”, en la que El reino caído sufre el síntoma de las anteriores secuelas de la Jurassic Park original, no logrando ser una continuación con una historia solida y que redoble la apuesta de las primeras partes. Todo queda en una historia particular en un contexto dentro de la saga, con una magnitud que no alcanza para llenar los zapatos de una secuela tan esperada y que prometía romper todo desde sus trailers. Si bien los protagonistas humanos tienen más preponderancia y hasta presencia en pantalla, la pareja protagonista que interpretan Pratt y Howard , carecen de esa química que bordeaba la tensión sexual que había en la primer entrega, y ni hablar del mismísimo personaje de Pratt en particular, al cual se le bajó mucho los decibeles de ese sex appeal de macho alfa, afectando negativamente al nivel de carisma del personaje. Otro aspecto negativo a marcar son los escasos guiños con la Jurassic Park original de manera certera, sutil e inteligente que si tenía la primera Jurassic World. Y si bien aparece Ian Malcom, el ya icónico personaje de Jeff Goldblum, se nota lo forzado de su presencia en pantalla para sustentar un punto de vista de los que se debaten en la película y solo queda como un factor anecdótico en el film. Si bien es una película disfrutable dentro de lo visual y la acción, no llega en historia y desarrollo de la trama a los niveles de la primera entrega, llegando a verse como una película que mezquina todo lo bueno de su antecesora. La expectativa de las segundas partes pueden jugar en contra y esta nueva entrega de la franquicia no pudo escapar, repitiendo lo decepcionante de sus anteriores secuelas. Y teniendo en cuenta el final abierto y sin vuelta atrás de Jurassic World: El reino caído, habrá que esperar hasta 2021 para saber cómo concluirá esta nueva saga y ver si puede superar el mal trago de esta segunda entrega y salvar de la extinción a la franquicia.