En Sin tiempo para morir Daniel Craig consiguió dos logros importantes que no llegaron a tener ninguna de las encarnaciones previas de 007. Una despedida por la puerta grande y el cierre de un ciclo argumental que culmina una era en la historia de esta saga.
En el pasado, al margen que las películas no solían estar conectadas entre sí, cuando un actor se retiraba de la franquicia por lo general lo hacía con la producción más floja de ese período.
Craig tuvo la suerte de poder desarrollar un personaje que pudo evolucionar con el paso del tiempo y se despide con una propuesta que se animó a tomar riesgos artísticos. Un tema que no es menor para una serie que siempre se sintió muy cómoda con sus tradiciones.
Si tenemos en cuenta todos los problemas que hubo con esta producción y las numerosas escrituras que tuvo el guión, el resultado final más que positivo es milagroso.
El director Cary Fukunaga sorprende con el film más emocional de James Bond en las últimas décadas. Para encontrar un antecedente similar habría que remontarse a 1969 con Al servicio secreto de su majestad que fue pionera en retratar un perfil diferente de 007.
En ese sentido la canción con la que termina la nueva producción establece un vínculo espiritual con aquella película y representa mucho más que una simple referencia para el fandom.
El gran aporte de Fukunaga pasa por retratar un aspecto inédito de la personalidad de Bond con un mayor sentimentalismo que se opone a ese glaciar impenetrable que se había introducido en Casino Royale.
Este es un tema muy importante porque más allá de finalizar con este perfil el ciclo Craig, la película también establece una transición de lo que será el próximo Bond en la era post Me Too.
Era inevitable que esto ocurriera en algún momento ya que la existencia de la saga siempre dependió de su adaptación a los cambios culturales.
La obra de Fukunaga da un paso importante a la hora de redefinir los roles femeninos y una masculinidad menos tóxica en la relación de Bond con las mujeres. Lashana Lynch en la trama asume el rol de la nueva agente 007 cuando el protagonista pasa a retiro y luego forma una muy buena dupla con Craig que logra ser divertida por las constantes chicanas entre los personajes.
Pese a todo es Ana de Armas, quien acapara toda la atención con una de las mejores chicas Bond que se concibieron en los últimos años. La química que tiene con Craig (previamente establecida en Knives Out) junto con la energía y el sentido del humor que ella le aporta al personaje de una agente novata dejan una muy grata impresión.
Lamentablemente tiene un rol muy limitado porque el film luego se concentra en Léah Seydoux que es un gran meh dentro de la trama. La actriz no está mal pero cuesta comprarla como el gran amor de Bond, ya que más allá de la poca química que tiene con Craig todos sabemos que nunca será Vesper.
El director Fukunaga hace un gran trabajo con el suspenso y sentimentalismo que le aporta a la historia, pero nunca se olvida que esto es un film de la saga 007 y tampoco decepciona con la acción.
En esta cuestión sobresale la labor del chileno Alexander Witt, quien colaboró previamente con Sam Mendes en los filmes previos dentro de este campo. La secuencia inicial que elaboró donde pone toda la carne al asador y finalmente hace lucir al Aston Martin en la era Craig es impactante.
Después incluye algunas persecuciones sólidas y hacia el final su labor se vuelve un poco más genérica, ya que el relato opta por darle más espacio al drama.
Sin tiempo para morir representaba la producción número 25 de esta franquicia y se esperaba que hicieran algo diferente y en ese sentido los productores no defraudaron.
Tomaron el riesgo de conducir a Bond por otro camino y la despedida de Craig en este rol tiene un impacto emocional notable, donde además él consigue lucirse como actor.
Pese a todo, el film no está exento de algunas objeciones y debilidades. En principio la gran decepción es Rami Malek del quien se esperaba muchísimo más por el buen momento que atraviesa su carrera.
El villano que compone es terriblemente olvidable y el guión no lo termina de aprovechar como artista. Aparece muy tarde en la trama y no tiene espacio para sobresalir como lo hicieron en el pasado Javier Bardem (el mejor antagonista del ciclo Craig) y Mads Mikkelsen, en un rol más limitado en Casino Royale.
Malek deja sabor a poco y queda la sensación que cualquier actor desconocido habría podido encarnar el mismo rol y no afectaba en absoluto esta película. En lo personal también me decepcionó el modo en que desaprovecharon a la organización Spectre que tenía un enorme potencial y acá sus miembros terminaron reemplazados de un modo humillante por una nueva facción de villanos.
También le sobran 20 minutos al film que entra en un bache narrativo antes de llegar del inicio del clímax pero tampoco es algo grave que genere alguna molestia.
Al margen de esas minucias Sin tiempo para morir brinda una gran conclusión del ciclo Craig con un espectáculo concebido para ser disfrutado en una pantalla de cine.
Cary Fukunaga, el primer director americano en realizar una entrega de esta saga, encuentra en este proyecto su gran introducción a las producciones mainstream, luego de algunos proyectos fallidos y una labor decente en la serie True Detective.
Creo que su gran aporte reside en adaptar el concepto de James Bond a los nuevos paradigmas culturales con una transición orgánica que no se siente forzada y era inevitable que ocurriera en algún momento.
En cuanto a Craig se despide un gran Bond que tuvo algunos altibajos en el comienzo pero luego cuando el actor se soltó y se comprometió más como productor ofreció momentos excepcionales.
Los créditos finales informan que 007 (el original, no la agente Nomi) regresará en el futuro y queda la expectativa por conocer lo que nos deparará el próximo ciclo de esta saga histórica del cine de acción.