El regreso de los chicos asesinos
Buhguul está de vuelta. Retornó esa cosa monstruosa que obliga al crimen y al asesinato. Volvió luego de una primera parte bastante recordable, filmada hace tres años, que tenía como centro a una familia con un padre escritor (Ethan Hawke) que no se llevaba bien con la policía. En Sinister, donde tras las cámaras estaba Scott Derrickson, ahora uno de los guionistas, las mejores escenas se manifestaban a través de un bienvenido anacronismo de objetos (cámaras en súper 8, discos, tocadiscos, cintas encontradas en un desván) que contradecía, para bien de la trama, con el efecto banal de los momentos en que aparecía ese monstruo de diversas formas llamado Buhguul. La operación formal que se presenta en Sinister 2, ahora a cargo de Ciarán Foy, reitera esa atmósfera demodé de la primera parte pero le agrega más tensión y suspenso, especialmente, cuando los pequeños protagonistas cobran fuerza en pasillos, rincones y lugares insólitos de una nueva casa como espacio referencial.
Es que ahora la posta la toma un ex segundo de un sheriff (James Ransone), continúa con otra familia y una nueva casa, sigue con las apariciones camaleónicas de Buhguul y termina con un grupo de púberes escondidos en el follaje que atemorizarían a cualquier clan familiar, incluyendo a un espectador no acostumbrado al terror de los últimos años en su versión "pasillo tenuemente iluminado más chicos que no pestañean: miedo, pánico, susto asegurado". En ese territorio tan frágil pero seductor que oscila entre el homenaje al género de hace tiempo atrás coqueteando con el terror de estos días que busca un espectador poco exigente, la historia de Sinister 2 se ve favorecida por la no abundancia de CGI (efectos generados por computadora) y sí por una bienvenida alternancia de una puesta escena clásica (no hay "apuros" que propicie la edición) aplicado a los nuevos tiempos.
La nueva Sinister, por tanto, anunciaría la posibilidad de que la historia de Buhguul y los chicos instados por él para el asesinato familiar podría convertirse en una saga interminable. Se verá qué deparan las probables continuaciones de la saga y, más que nada, si existen tantos objetos del pasado que puedan seducir al espectador adictivo al género por estos días.