El género de terror está hace años a la deriva. Por un lado, se hacen películas de “sustos”; por otro, se hacen películas de horror (donde no tenemos miedo de ver lo que vamos a ver, sino repulsión por lo que vemos). Es decir: films donde se usa el golpe de sonido y el montaje para decirnos “búh” o se nos muestran las mil y un manera de destripar un cuerpo. La tercera variante -que no excluye las anteriores- es la de usar “grabaciones espontáneas” o semi documentales (de El proyecto Blair Witch a Actividad Paranormal). Lo bueno de Sinister es que se hace cargo de todos estos elementos y nos redescubre que las buenas películas valen si tienen buenos actores (aquí Ethan Hawke pero también ese poco aprovechado comediante que es Vincent D'Onofrio, mas niños especialmente macabros) y un mundo convincente, no importa del género de que se trate ni de si su historia ya ha sido contada de algún modo. Aquí hay un escritor de ficción basada en hechos reales que descubre en la casa donde acaba de mudarse un montón de películas caseras mucho más que inquietantes, una entidad que empieza a asustar a su familia, un feliz invento (un culto antiguo) y un montaje preciso para generar miedo y susto. El director es Scott Derrickson, que tuvo un buen film de terror con ideas (El exorcismo de Emily Rose) y la invisible remake del clásico El día que paralizaron la Tierra. Con esta, por ahora, desempata.