A qué no saben quién es el asesino
El director de “El exorcismo de Emily Rose” sabe cómo asustar y generar temor.
El viejo truco de la casa con la familia como nueva inquilina y que se muda porque el alquiler es conveniente tiene una vuelta de tuerca espeluznante en Sinister . Ellison (Ethan Hawke) es un escritor de best sellers que investiga crímenes no resueltos, y lleva a su esposa e hijos a la zona donde una familia apareció ahorcada, colgando de un árbol. La única que desapareció fue la hijita menor.
“¿Nos mudamos cerca de la escena de un crimen?”, le pregunta su mujer. “No”, le responde y no le miente. Se mudaron a la escena del crimen.
Ellison sólo necesita un éxito. En verdad, otro éxito, ya que Sangre en Kentucky le dio fama. Pero por su culpa, un asesino quedó libre en Denver. No importa, Ellison sabe que la policía no va a ayudarlo a resolver el misterio, se arma su estudio en la casa y empieza a investigar. Encuentra en el ático una caja con rollos de películas caseras en Super 8. Allí se ven familias espiadas. El que filmó parece vigilarlos, y luego se ve cómo son brutalmente asesinadas, en los años ’60, ’70 y ’80. ¿Quién las filmó? ¿Cómo llegó esa caja allí?
Lo de las familias amenazadas está en el trailer en los cines, y en la película pasa en los primeros 20, 25 minutos. Y la película dura 110...
De ahí en más habrá puertas que chirrían, alguien que pasa rápido delante de la cámara, más ruidos, pisos de madera que crujen, un niño que sufre pesadillas, aparatos que se activan solos... Apariciones.
Y si a la media hora uno ya se habría mandado a mudar, Ellison no lo hace. Y faltan 80 minutos...
Si en los filmes de horror en pleno siglo XXI parecen más importantes las escenas terroríficas o escalofriantes que la trama en sí, Sinister plantea otra cosa. Eso ya es un handicap. El espectador ve cosas, digamos, que el protagonista no. Se apela a lo nocturno, tal vez exageradamente para que en la platea se peguen sus buenos sustos.
Pero la película transcurre casi enteramente dentro de la casa...
Scott Derrickson ( El exorcismo de Emily Rose ) ya dio muestras de saber cómo oprimir la (in)conciencia del espectador. Lo suyo no es meramente gráfico. Cada escena que se suma genera más expectativa y, hay que decirlo, sensación de temor. Cuando las cosas parecen tener una explicación “lógica”, allí va otro mazazo -no literal, esto no es El juego del miedo - para sacudir la aparente tranquilidad de la sala.
Hawke, que siempre dio como el americano medio, se prueba en un género que es difícil de hacer bien, y cumple en su papel. Hay, claro, algunos clisés y preguntas que los espectadores se harán, y otras que no son la simple por qué no se mandan a mudar de una buena vez . Por suerte, el director no los escucha...