Nadav Lapid, director y guionista de “Policeman” (2011) y “La maestra del jardín” (2014), construye con “Sinónimos: un israelí en París” (película dramática franco-israelí de 2019 que ganó el Oso de Oro en el 69º Festival Internacional de Cine de Berlín) la idea básica de dar la descripción de un país y su conformación política y social que podría aplicar a cualquier país.
Eso es lo que se aproxima a la descripción de la historia narrada por ésta historia que, con un grado de violencia que va escalando poco discretamente pero de manera tan intensa como natural, muestra cómo en un entramado social cualquiera, pueden (o no) ir encajando sujetos que desean buscar un nuevo destino, son forzados a ello, o no tienen más remedio, y deben amoldarse al nuevo lugar que los atrapará o les otorgará nuevas posibilidades. La producción es una descripción sobre cómo se siente construir desde cero una identidad adaptándola a un nuevo concepto de patria, con nuevas ideas, normas de convivencia, elementos de idolatría y objetos que brindan sensación de unidad y pertenencia.
El primer encuentro con lo que puede verse como un espacio hostil muestra a Yoav expuesto y perdiendo sus pertenencias en el departamento al que ha llegado en París, despojado de ellas por alguien a quien no es posible ver (tal vez sea ello una alegoría). Los vecinos a los que pide ayuda en medio de la noche acuden en su ayuda en la mañana y, además de salvarle la vida, le proveen de medios de subsistencia básicos: ropa y dinero. Lapid muestra a este joven que busca una identidad y un espacio nuevo, y desea superar su pasado y la relación negativa con su lugar y sociedad de origen. El nuevo espacio no solamente le deparará sorpresas, sino que además abrirá frente a él situaciones y posibilidades que no siempre serán positivas. Durante aquel proceso, el director intercala pequeños momentos de humor retorcido crítico y de drama casi desesperante.
En el fondo la idea que se narra es buscar dentro del concepto de patria que pretende, desde la organización estatal, aunar cuerpos y voluntades en pos de un futuro y un destino de fuerza y grandeza que no siempre llega (al menos no para todos), mientras a través de esa idea se domina y utiliza a quienes se encuentran cubiertos por dicha idea de pertenencia. Con ese estilo y esta mirada sobre la violencia y el proceso de adaptación a un nuevo espacio y realidad es que Lapid nos lleva de la mano a recorrer la realidad del protagonista mientras da vistazos a los contrastes entre dos sociedades y sus visiones diferentes de la vida. Lo que queda en claro es que ésta bien podría ser la realidad de cualquiera de nosotros, procurando ser y estar como uno más en cualquiera que sea nuestro lugar en el mundo.
Veredicto: una película que nos hará preguntarnos muy en nuestro interior cuál es la identidad social y política a la que pertenecemos.