Hemos sido muy elogiosos con los dos films anteriores de la serie “Los juegos del hambre”. Por lo tanto, comencemos con los elogios: Jennifer Lawrence comprende mejor a su personaje de lo que lo comprenden el director y los guionistas. Katniss, su criatura, comprende con la mirada –y solo con la mirada, hay que ver la sutileza que ejerce esta actriz increíble– que los resistentes para quienes ejerce de símbolo son, probablemente, quienes quieren sustituir un régimen represivo por otro. El film gira alrededor de dos temas: el peso de las necesidades individuales como motor de acciones colectivas y el poder de la propaganda. Ahora, las malas noticias. La tendencia del negocio a convertir en dos (o tres, vean “El Hobbit”) películas lo que no amerita más que una, genera algo así como el “síndrome de la manteca transparente”. Tanto se unta la tensión dramática que se vuelve imperceptible. El film alcanza su clímax en la última escena y nos dice “ahora banquen un año”. Pero resulta que, para que esa duración elefantiásica se justifique, hay secuencias de más, escenas estiradas y planos apenas decorativos. Y como ya pasamos seis horas en tres años en compañía de esta gente, queremos saber cómo termina. Este redactor está tentado de decirlo, pero aún ama su vida. Lo cierto es que el corte en dos destruye la justa serie de aventuras, emotiva y política, que seguíamos agradecidos. Para este “Sinsajo…” no somos espectadores, sino clientes, que veremos lo que venga atados al ticket-cuota.