Los Juegos del Hambre: Sinsajo, Parte 2 no es otra Matrix Revoluciones, pero es otra conclusión de saga que te deja mal sabor en la boca. Honestamente no tiene nada que ver la diletante del climax - al menos todos los villanos tienen su merecido de una forma u de otra - sino con que la película es larga y estática. Ok, hay secuencias de acción, pero el estampido de las explosiones sólo sirven para despertarte del sopor producido por largas escenas melodramáticas en donde el trío principal intenta resolver sus cuitas románticas. Honestamente, nunca le interesó demasiado a nadie el aspecto romántico de la historia - ya que siempre estuvo subdesarrollado y no llegó a los culebrones de otras sagas como, p.ej., Crepúsculo - pero acá los responsables de esto cometen el pecado de creerse su propia prensa, y le dan una importancia excesiva al insípido menage a trois de Katniss, Peta y Gale - o, sí se quiere, se ven obligados a darle bola al romance pagando los pecados del subdesarrollo previo de los capítulos anteriores -, matando lo que debería haber sido un último estamento plagado de acción y emoción.
Odio los filmes largos. Los Juegos del Hambre: Sinsajo, Parte 2 dura dos horas 16 minutos y, créanme, se hacen eternos - incluso para mí, que he sido fan de la saga desde la primera película -. Jennifer Lawrence sigue irradiando carisma, y Donald Sutherland & Julianne Moore desbordan de ponzoña pero los noviecitos de la protagonista son la mar de insulsos y están demasiado tiempo en pantalla. Entre eso y toda la burocracia verbal de la revolución, la cosa se vuelve densa hasta ver recién algunos disparos al final de la primera hora. El tema, como siempre, es la manipulación de los medios, los cuales montan todo un teatro para ensalsar a los íconos de la refriega y convertirlos en objetos de propaganda. Katniss se harta de eso y arma sus propios planes, pero la retorcida de Alma Coin tampoco quiere que la ídola de multitudes despegue demasiado. Katniss muerta es mas útil que viva; su imagen de mártir se puede manejar como se quiera, amén de no representar una posible amenaza a su poder. Es por ello que decide no retirarla del frente y, por el contrario, prefiere mandarle un desquiciado Peta - programado para matarla - para que haga de niñera. Pero el ida y vuelta entre estos flacos es tan excitante como enchufarse 4 pastillas de Valium juntas.
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Si la acción aparece en cuentagotas, el otro problema es que el final es mucho mas rebuscado de lo que debiera. La complicación atenta contra la satisfacción, y a uno no le da la impresión que Katniss haya triunfado o que la justicia haya regresado a Panem, sino que todo se ha solucionado de manera bizarra. (alerta spoilers) La heroína saliendo por la puerta trasera, una larguísima secuencia post climax (que mata la adrenalina de la situación - si es que había algo de eso para ese momento- y que tampoco te deja satisfecho)... Digo: es un final bastante triste y anónimo para la heroína que representaba el icono moral de la revolución. La carta de Plutarch (leída por Woody Harrelson, ya que para esa altura Philip Seymour Hoffman estaba viendo crecer las flores desde abajo debido a una sobredosis de drogas) es una solución tan abreviada como mal cocinada, como si un tipo te leyera en voz alta las páginas del libreto que faltan. No es un problema de que Katniss no mate a Snow (el cual termina siendo despedazado por el gentío) y sí mate a Coin, sino que todo el final está manipulado y estirado, y le quita toda la gloria a la valiente que contribuyó a que la revolución derrocara a los villanos.(fin spoilers)
Cuando la última entrega de una saga millonaria viene floja con la recaudación, significa que la gente le ha dado la espalda por algo; que prefiere esperar a alquilarla simplemente porque el rumor boca a boca no es bueno. Los Juegos del Hambre: Sinsajo, Parte 2 no es un filme horrible, pero está lejos del espectáculo excitante que debería haber sido. Es sencillamente una película gris, larga y demasiado complicada para lo que debería haber sido simple, breve y venal. En vez de un estruendo obtenemos un susurro, y eso es decepcionante en vista del tiempo invertido y las expectativas creadas.