La trilogía que no fue
La serie de ‘Los juegos del hambre’ tiene una historia y un cast extraordinarios pero se resiente al partir en dos la última entrega.
Adivino en la trilogía de Suzanne Collins el epítome de la literatura young adult: una heroína adolescente, un triángulo amoroso, un futuro distópico, analogías políticas simplificadas (pero no tanto), multitud de personajes secundarios con los cuales encariñarse y villanos atractivos. La historia puede parecer un poco traída de los pelos al principio pero pronto nos rendimos a sus leyes y a medida que avanza se va profundizando.
La adaptación cinematográfica fue de las más taquilleras -tercera de la historia en promedio por película- y catapultó a Jennifer Lawrence al Olimpo de las estrellas jóvenes. Con el estreno de Sinsajo -El final-, se completa la serie. ¿Qué se puede decir acerca de una película condenada al éxito? La ví en una avant premier con una falsa Effie Trinket tirando besitos y adolescentes rapadas y tatuadas al estilo Cressida. Durante la función, hubo risitas en algunos momentos y aplausos en otros. Pero veamos.
El problema principal de Los juegos del hambre es que transformaron una trilogía en un cuarteto por esa costumbre de partir en dos la última entrega. Las trilogías tienen una lógica interna, una estructura firme, el principio-nudo-desenlace llevado a la narración de largo aliento. No es casual que las dos primeras entregas sean las mejores de la serie, las que respetan la estructura de una historia bien pensada y construida. Las dos últimas -las dos partes de Sinsajo-, que tendrían que haber sido una sola mucho más sintética y potente, se transformaron en eternas cuatro horas con veinte minutos que ni siquiera están divididas de alguna manera muy lógica.
En Sinsajo entra en escena la presidente Alma Coin (Julianne Moore), líder de los rebeldes, que necesita de nuestra heroína Katniss Everdeen (Lawrence) para estimular la rebelión, derrocar al dictador Snow (Donald Sutherland) y restaurar la democracia en Panem. El arco dramático está claro y ese es el punto de partida. Pero esta segunda parte de Sinsajo no tiene un comienzo, el arco dramático se corta y pierde potencia el plot twist del final (uno de los momentos en los que el público adolescente, que quizás ya había leído las novelas, aplaudió).
Hay que pensar que Los juegos del hambre tiene un cast de lujo. Además de Moore, Lawrence y Sutherland están Woody Harrelson, Philip Seymour Hoffman (en su último papel), Stanley Tucci, Lenny Kravitz, Toby Jones y Amanda Plummer en las diferentes películas. La historia es extraordinaria y los recursos estan todos a disposición, pero este último capítulo doble se desinfló y en particular esta segunda parte: Harrelson ya perdió el encanto de la primera película, las apariciones de Hoffman debieron reducirse al mínimo por razones de fuerza mayor, y Stanley Tucci -de lo mejor de la serie- aparece en alguna escena muy secundaria. También Effie Trinket (extraordinaria Elizabeth Banks) apenas pasa a marcar tarjeta.
Más allá de todas estas cuestiones, hay un par de secuencias que funcionan muy bien, y hacia el final todo cobra un sentido y se adivinan las virtudes de la trilogía literaria y de la trilogía cinematográfica que no fue. En resumen: queremos saber qué pasa, queremos saber si Katniss asesina a Snow, si se queda con Gale o con Peeta, si la democracia puede ser restaurada en Panem.
¿Qué se puede decir de una película condenada al éxito? Quizás una observación: la entrega final de la serie young adult más taquillera de todos los tiempos recibió aplausos tibios por parte de sus fans más acérrimos a tatuados.