Fin de ciclo para Jennifer Lawrence como heroína cuasi trágica de esta saga de ciencia ficción antiutópica (o no) con excusa política. Las primeras dos películas siguen siendo ejemplares en cuanto a cómo el nivel de metáfora política y la pura aventura se combinan en una sola cosa. Pero este demasiado largo epílogo recortado en dos películas hace que toda la intensidad de la historia se disuelva. Así, si este final-final cuenta con, probablemente, las dos secuencias de acción mejor resueltas de la serie (la de la sustancia negra y la del ataque de los mutantes blanquecinos, que recuerda muchísimo una similar de Aliens, de James Cameron), aparecen como aditamentos al drama, como si el film se avergonzara de ser divertido (una idiotez, convengamos). Jennifer Lawrence es una gran actriz, pero la única instrucción que le dieron es que ponga cara de seria o mohín conmovido de acuerdo con lo que mande el guión: la sutileza de trabajos como El lado luminoso de la vida o de la primera Los juegos del hambre (sin ir más lejos), ausente sin aviso. Y luego tenemos una sobreactuación increíble de Julianne Moore, un triángulo amoroso bastante irreal y cinco o seis escenas finales felices que se acercan a la propaganda de shampoo. Así y todo, la película por momentos acierta, aunque uno se pregunta si puede durar dos horas y media largas. Si vio las anteriores, seguro va a ir a verla. Si no las vio, le recomendamos ver la uno y la dos y ahorrar tiempo con una lecturita diagonal del último tomo de la novela. A usted elegir.