Malos siempre hubo
El desenlace de la saga tiene espectacularidad y vueltas de tuerca. Y a Katniss, el personaje de Jennifer Lawrence, se la va a extrañar.
Sigue en discusión si se justificaba, al margen del motivo eminente, evidente y desembozadamente económico, separar en dos filmes el tercer y último libro de la saga de Los juegos del hambre. Pero así como quedó este Sinsajo, el final los fans -de los libros, pero también de las películas- encontrarán que esta Parte 2 es mucho más parecida, o que sigue el ritmo de las dos primeras películas. Esto es: Sinsajo, el final es como una película de guerra o guerrillas, con escenas de combate en distintos lugares en vez del campo de batalla donde los elegidos de los Distritos se mataban para ver quién sobrevivía.
Seguramente después del final de En llamas, aquí encontramos a una Katniss más revolucionaria que nunca, convencida de que debe tomar el Capitolio, cueste lo que cueste -y muera quien muera- y asesinar al presidente Snow.
La trama tiene vueltas de tuerca, y algún cambio en la adaptación del libro puede hacer moverse en su butaca al fan más fiel de los libros de Suzanne Collins, pero está claro que para los fans, la culminación de la saga fílmica estará acorde a sus expectativas.
A favor (o en contra, depende de cómo se lo vea y quién lo haga), cada película de la saga no fue pensada como un capítulo de serie de TV, que al comienzo de cada uno diga, como en 24, previamente en…, por lo que aquí se va al hueso, o a la guerra sin términos medios.
Es cierto que Collins aparece en los créditos (como adaptadora), lo cual no es un tema de meros derechos, y si en Sinsajo Parte 1 todo parecía como languidecer y estar preparando el fueguito, aquí tiran toda la carne al asador.
La manipulación de las masas, el ser y/o sentirse usado por los líderes, las movidas maquiavélicas, el orgullo, la solidaridad y, en fin, el amor, se dan cita de manera casi mancomunada.
Katniss Everdeen, la chica que había ingresado a los juegos del hambre como voluntaria en reemplazo de su hermanita, un dato a no olvidar, debe ser la protagonista femenina más fuerte que haya dado el cine en el género. Y no hablamos de cómo pelea, o al menos no sólo de su bravura física, porque lo que hace más atractiva a la saga es advertir cómo evolucionó Katniss.
Aunque la comparación no es pareja, sucede como con Harry Potter, que tenía más libros y un proceso de crecimiento de los protagonistas mayor, no sólo porque fueron 8 filmes. El desarrollo y el proceso de las tramas, subtramas y personajes es aquí riquísimo.
Para los olvidadizos, Sinsajo, el final arranca inmediatamente después de la primera parte, con Katniss reencontrándose con Peeta (Josh Hutcherson) luego de que él haya pasado buena parte de la primera bajo el control del dictador. A Peeta le lavaron el cerebro y, ahora con los rebeldes, la pregunta es en qué estado se encuentra, y si el odio que le inculcaron hacia Katniss no es un peligro latente.
Las escenas previas al ataque al Capitolio están rodadas por el director Francis Lawrence (que salvo la primera película, realizó todas) con mucho nervio y un suspenso in crescendo.
Jennifer Lawrence aceptó el rol principal y lo compone de una manera distinta a la más aventurera Mystique de la saga de X-Men. Aquí uno palpa el dolor que siente, no es una sumatoria de escenas de acción, porque su personaje es dramático: si pasa a la acción es porque el drama lo requiere. Donald Sutherland (Snow) tiene más carnadura aquí que Julianne Moore (la líder rebelde Alma Coin), y tanto Hutcherson como Liam Hemsworth (Gale) cumplen.
Algunos lamentarán que haya terminado, pero Los juegos del hambre tuvo, en el cine, el final que se merecía.