Fuga de cerebros
Hay películas que dan uno o dos pasos en falso. Hay otras donde el paso parece marcado perfectamente, hasta dar lugar a un progresivo cambio que nos prepara el camino para otra forma de caminar ese paso. Y, finalmente, hay otras que avanzan progresivamente para transformarse una barrabasada y su “paso en falso” es la caída a un barranco sin fondo. Todo esto es para decir que Skyline: la invasión, pertenece a este último grupo sin lugar a dudas. Cuando ustedes crean que la película toma un rumbo, de repente los directores viran hacia una idea aún más patética que hace que un film que puede ser considerado regular o pasable termine siendo mediocre o malo. Si vieron esos efectos visuales y se sintieron inmediatamente atraídos, sugiero que huyan de estos espantosos espejismos. En verdad, he visto cosas más malas que esta, pero no una que se esforzara tanto en destruir lo poco bueno que había construido.
Continuando con nuestra reseña de golpes sobre esta película de los hermanos Strause hay que decir una cosa más: más allá de sus increíbles efectos visuales, que son puro CGI en un 90 % de la historia, roba a mano armada el imaginario generado por otras obras de ciencia ficción. Si ven algo de Blade Runner, Matrix o Sentencia previa, por poner algunos ejemplos, se van a dar cuenta de lo que estoy hablando. Esto no es un “homenaje”.
Para seguir un poco la onda que persigue Skyline, imagínense a los personajes de Cloverfield atrapados toda la película en su departamento, mientras afuera ocurre algo parecido a Guerra de los mundos o El día de la independencia. Por si no se entiende la referencia: un par de pibes comunes con poca o nula inteligencia para sobrevivir se encuentran en el medio de una invasión extraterrestre y sólo es cuestión de tiempo para que finalmente mueran, o sean captados por los aliens, o lo que sea. Increíblemente, en el medio de toda esa tragedia que tiene un tono de cine-catástrofe se preocupan por un triángulo romántico, cometen errores cómicos, se confiesan embarazos y surgen reacciones absurdas que estarían bien en una producción que fuera serie B. Pero esto no es serie B o al menos no lo es hasta el ridículo final donde definitivamente hubieran deseado ser un film de esa categoría durante cada minuto que dura la acción. No hay un Dante o un Landis tras las cámaras, sino un dúo de hermanos muy talentosos para algunos efectos visuales pero incapaces de trasladar eso a la trama.
Finalmente, Skyline es por momentos aburrida. Créase o no, varios minutos transcurren en un departamento entre charlas que, previsiblemente, resultan inútiles. Ocasionalmente surge de la nada una panorámica de un punto de vista inexplicable que pretende describir la invasión alienígena y luego de vuelta al departamento. El Jarrod de Eric Balfour intenta desesperadamente transmitir algún matiz de drama a la cuestión, pero entre las subtramas de sus compañeros y el final que pretende disparar una Skyline 2, todos sus intentos se disuelven para convertirse en algo casi paródico. Y tampoco es una película paródica.
En síntesis, no es ni serie B, ni paródica, ni catástrofe. Por momentos tiene un perfil, luego otro, y en lugar de aprovechar las pocas virtudes que tiene, la embarra. Olvidable, salvo algunos efectos ingeniosos que sirvieron para el trailer, definitivamente olvidable.